viernes, 29 de junio de 2018

Enrique Anderson Imbert





Enrique Anderson Imbert
(1910-2000)


Que América del Sur es una cantera inagotable de escritores y escritoras es algo sabido.  En la mente de cualquier persona amante de la literatura, el listado de nombres y apellidos conocidos relacionados con el mundo de las Letras es amplísimo.  Pero algunas figuras del ámbito literario sudamericano resultan desconocidas para un numeroso círculo de lectores españoles.  Creo que es el caso que hoy viene a éste blog, el del escritor argentino Enrique Anderson Imbert.
Nació en Córdoba, Argentina, en 1910 y falleció en Buenos Aires en el año 2000.  Autor prolífico, escribió novelas y cuentos, así como ensayo y crítica literaria.  Fue miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias y también formó parte de la Academia Argentina de las Letras.  Ejerció la docencia como profesor de Literatura Hispánica en la cátedra Victor S. Thomas de la Universidad de Harvard, donde trabajó hasta su jubilación en 1980.  Recibió varios premios y en 1994 fue finalista del Premio Cervantes.
La primera vez que una obra de éste autor vio la luz en España fue en 1969, cuando Ediciones de la Revista de Occidente editó su ensayo Métodos de Crítica Literaria, una obra que es a la vez un libro de lectura y un libro de estudio.  Trata de hacer la crítica a la crítica, de proyectar un poco de claridad en las formas y los instrumentos para analizar una obra literaria.  Como la función del comentarista literario suele excitar ciertas polémicas, como en ocasiones se acusa al crítico de ser el aguafiestas del placer de la lectura, Anderson Imbert, en el capítulo 2 de su ensayo y en el apartado Los enemigos de la crítica, sale en su defensa y para ello cita al crítico literario francés Charles Du Bos (1882-1939) cuando afirma
Perfilar, como se ha hecho, una psicología del criticastro -resentido, agrio, envidioso, antipático- es suponer que estos rasgos no son humanos, sino profesionales.  ¿Por qué, en el perfil del crítico, no se toma en cuenta su modestia, su generosidad?  Charles Du Bos, uno de los críticos que hacen figura en nuestro tiempo, llamó humildemente Aproximaciones a sus siete volúmenes de críticas; críticas para las que la literatura era "el lugar de encuentro de dos almas", la del escritor y la del lector, a la luz del amor.



Alguien que también mantuvo una actitud benevolente con el mundo de la crítica literaria fue el autor británico C.S. Lewis, aunque en su caso tuvo una postura más sarcástica que amistosa.  Era indesmayable ante las malas críticas.  Consideraba que un comentarista literario que trabajara en cualquier publicación, ya fuera en la sección de cultura de un diario o publicaciones especializadas, estaba sometido a una presión motivada por el trabajo que se le encomendaba: cada semana tenía sobre su mesa de trabajo una serie de libros (5, 8...) que personalmente no habría escogido, pero que por su labor se veía en la obligación de leer.  Tal vez el libro que hacía número 6 u 8 era el suyo, el de C.S. Lewis y la cabeza del lector obligado ya no daba para más.  Así que el comentario que suscitaría sería una especie de estado de humor obscuro, siniestro, nada agradable, que volcaría sobre el ínclito autor todos los dardos empozoñados del crítico.



C.S. Lewis


La narrativa de Anderson Imbert tiene esa característica poliédrica y caleidoscópica de la imaginación que florece en Sudamérica.  En España conocimos sus narraciones por primera vez en 1976, con la edición de una antología de sus cuentos que llevaba por título el nombre de uno de ellos: El leve Pedro, la historia de un hombre que tras unas fiebres extrañas pierde gravedad, pierde peso tanto que, si camina rápido, se despega del suelo.  Mantiene un estricto cuidado porque no se puede encontrar en una corriente de aire, so pena de ser arrastrado como le sucede en alguna ocasión que, sentado ante la mesa de su despacho, se olvida de cerrar la ventana, entra una tromba de viento que abre la puerta y él, sujetándose con fuerza a los brazos del sillón, grita, llamando a su esposa: ¡María, que me caigo para arriba!
El libro lo publicó Alianza Editorial en su colección Alianza Tres.  Por supuesto, como podrás imaginar, actualmente está descatalogado, además desde hace años.  Se puede encontrar en el mercado de segunda mano.


     

Enrique Anderson Imbert tuvo el privilegio de conocer en vida la publicación de su obra completa  que llevó a cabo la editorial argentina Corregidor en el año 1990.



















































Los dos volúmenes se pueden conseguir a través de Internet, pero si vas de vacaciones a Argentina y en concreto a la ciudad de Buenos Aires, no dejes de visitar la Avenida Corrientes, una calle larguísima con librerías a ambos lados de la calzada repletas de libros de primera y segunda mano, con libreros y libreras con los que da gusto conversar.  Allí encontré esos dos ejemplares de la obra completa de Enrique Anderson Imbert.  Léelo, que merece la pena.







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