José Antonio Moreno Jurado, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Corfú, Grecia |
El pasado día 13 de junio, jueves, la Universidad de Corfú, en Grecia, le concedía el título de Doctor Honoris Causa a José Antonio Moreno Jurado por su labor de difusión de la cultura helénica. La fecha tiene un doble significado porque el nombramiento llegaba el mismo día de su aniversario: cumplió 78 años sobre este arrugado y hermoso planeta. José Antonio nacía en Sevilla en 1946. Se doctoró en Filología Clásica con la tesis Reminiscencia clásica en la obra de Giorgos Seferis. Antes había preparado una tesis de posgrado sobre la obra de Odysseas Elytis, que fue el primer estudio sobre Literatura griega moderna en la Universidad de Sevilla.
En 1982, en la colección Los poetas de Ediciones Júcar, aparecía un estudio pormenorizado (hasta el momento el estudio más completo realizado del Premio Nobel griego) y una antología poética. Después aparecerían los trabajos realizados sobre la figura de otro griego insigne, Yorgos Seferis, también Premio Nobel de Literatura, figura sobre la que giró el tema de su tesis doctoral como queda dicho más arriba. En su vida profesional ejerció como catedrático de enseñanza secundaria y como profesor asociado en el Departamento de Griego de la Universidad de Sevilla.
No tuve la suerte de haber sido alumno suyo. No coincidí con él en los centros donde trabajó. Mi relación con las lenguas clásicas estuvo marcada por la fatalidad: en el antiguo curso de 4º de Bachillerato le tomé miedo al latín por una mala praxis del estudio de la lengua. Quien me tocó como profesora no supo transmitir el interés ni tuvo la paciencia didáctica para que adquiriéramos el amor imprescindible para iniciarnos en el descubrimiento de la gran utilidad de lo que, para ciertos núcleos de la sociedad, es extraordinariamente inútil, a saber: estudiar latín y griego. Lo paradójico de aquella situación es que no estudié posteriormente ninguna materia relacionada con la Ciencia, por la que siento un enorme interés y respeto, sí me decanté más por materias relacionadas con las letras, aunque no acabé la carrera que empecé en la Universidad. Pero eso es otra historia que no tiene nada que ver con lo que ocupa esta entrada del blog, dedicada a la figura de José Antonio Moreno Jurado, poeta, ensayista y traductor.
Conocí a José Antonio meses después de que se publicara el volumen Antología de la Poesía Neohelénica (La Generación de 1940) editada por la Universidad de Sevilla en 1991.
Había leído algunos de sus poemas, lo había visto en la librería Padilla, en la calle Laraña, en Sevilla, hablando con su amigo José Manuel Padilla, bajando las escaleras que llevaban hasta la sala donde se realizaban presentaciones de libros, conferencias. La planta superior de la librería albergó conferenciantes de la talla de Agustín García Calvo, Carlos Edmundo de Ory...por citar un par de nombres. En las estanterías del local había fotografías de escritores, autoras, poetas. Entre esas instantáneas estaba la de José Antonio, a quien esperaba poder saludar un día. Mi timidez, que antes rayaba lo enfermizo, a estas alturas de la vida, con 68 años, tiene todas las características de lo opuesto: ahora estoy más cercano a la poca vergüenza. El caso es que, una mañana, allí en Padilla, coincidí con él, con Moreno Jurado, y sin cortarme ni un pelo me acerqué a él, después de haber ensayado un discurso de presentación que se reconvirtió, en diezmilésimas de segundo, en un: ¡Hola! ¿José Antonio Moreno Jurado, verdad? Quería darte las gracias por haber traducido a Andonis Dekavales, Héctor Kaknavatos...y a todos los poetas de la generación de 1940.
Que si ya los conocía me preguntó él. No, no. Le aclaré que gracias a su traducción había conocido a esos poetas y que me habían gustado tanto que, de leerlos una y otra vez, me había llegado a aprender (y no es una exageración, es verdad) de memoria algunos poemas. La conversación continuó y volveré sobre ella porque hay una anécdota triste que no quiero pasar por alto. Pero déjame que continúe dibujando la figura de este autor cuya obra es tan importante como ignorada, al menos en ciertos círculos.
Obra amplia, poesía y ensayo, prosa, traducciones. Hay un artículo muy interesante sobre su poesía escrito por alguien que fue alumno suyo y que tuvo la fortuna de recibir sus clases de latín y griego para después convertirse a su vez en un profesor capaz de transmitir lo aprehendido, encendiendo el interés y la pasión por el descubrimiento en sus alumnos. Me refiero a Luis Margüenda León (Sevilla, 1966), profesor de Griego, Latín y Lengua Castellana y Literatura desde 1989. Actualmente imparte clases en el IES Cavaleri de Mairena del Aljarafe, en Sevilla.
(El comienzo recuerda la fecha y la ciudad de nacimiento de nuestro protagonista. Inmediatamente continúa entrando ya en contenido)
"Cronológicamente coincide con la llamada Generación de los Novísimos. Mientras estos andan deambulando en un manierismo culturalista, retablos decorativos, clichés estereotipados y versos larguísimos que asfixian toda intención poética, Moreno Jurado abandona la banalidad para profundizar, ya desde su primer libro, en la esencia del hombre y en el significado del paisaje y de los mitos clásicos; quizás con A. Colinas tenga laxos vínculos en el papel insustituible que juega la naturaleza en su obra.
Ditirambos para mi propia burla - 1974. Premio Adonais de 1973, es su primer libro. El “ditirambo” era una composición satírica dedicada a Dionisos, que dio origen a la tragedia. Se encuentra, pues, como el esperpento, entre la tragedia y la burla. En este sentido debe entenderse el libro, como si pusiésemos un dedo en la llaga e hiciéramos una mueca con esperanza.
El poemario se construye sobre el camino de la existencia vital del poeta que transcurre desde la gozosa ilusión de vivir hasta la certidumbre de la muerte y la esperanza. Y en ese dolor de camino, el poeta estructura su libro en cuatro partes. Sorprende la unidad de este cuadro hiperrealista de vida-amor-muerte-tiempo. Amansa la memoria de los agravios recibidos, la vida vivida y el tiempo enterrado vuelven a él en Ditirambo de mi ruta; el presente es compartido Ditirambo de mi encuentro y el amor en Ditirambos de tu no estar; reflexiona sobre la muerte en Ditirambos de mi buena muerte. La estructura del libro marca la inflexión de un desarrollo progresivo de pasado a futuro, con una identidad de temas en la identidad del poeta como autor y como amante. No debe confundirse Ditirambos con una experiencia personal. Su libro es una meditación intimista y estremecedora sobre el ser humano. El cielo no le guarda secretos. Conoce las causas por las que los vientos rumorosos rizan la superficie de los mares, como también sabe que el entendimiento es odioso por la tristeza que nos produce al arrebatarnos una mentira que nos consolaba.
Razón de la presencia, de 1977, es el libro de la realidad andaluza que desangra. Recupera así la tradición poética de la “poesía social”, pero sin prosaísmo. Cada detalle responde a una interpretación global. Su intención es mostrarnos al hombre despojado de la anécdota coyuntural y del folklore, y tan arraigado en la tierra que su esencia se convierte en tierra. El hombre es hombre, en la medida que es individuo, y busca como Boecio “…¿por qué buscáis fuera, oh mortales, la felicidad que está dentro de vosotros?”. Para hablarnos de la “tierra” usa un lenguaje sin grandes artificios, apoyado en la burla refinada de la ironía con la que consigue el distanciamiento prudente para su crítica. El libro se tituló en un primer momento Epiquerema a Alberti. Por razones ajenas al poeta, los editores decidieron no incluir en la edición el poema-núcleo en el que confesaba el alumbramiento de su obra: “Tengo, Alberti, la boca / serena de la burla que come la marisma. / Me llegan terribles los arados / que oponen al dolor / una sonrisa inútil / una falsa corona de modestia… porque me hiere, Alberti, / tanta sucia palabra almidonada”.
Fedro. Poemas, de 1979, es quizás su obra más conocida. Estos poemas, afirma el autor, son una fiel traducción de un manuscrito de Fedro, contemporáneo de Filipo, en los umbrales de la época alejandrina. Fedro, en realidad, es un heterónimo empleado por Moreno Jurado para extrapolar una realidad histórica a nuestros días “pues no tiene sentido votar en la asamblea /ni juzgar a los hombres entre los heliastas”. Fedro vivió la encrucijada entre la visión particular de la polis y la nueva visión cosmopolita, sencillamente humana, que se presentía. Y un rasgo de la humanidad es el amor. Y el amor, en estos poemas, es una transustanciación de la materia ideológica de los discursos de Platón. El amor, el dios más antiguo después del Caos, obliga a acciones heroicas para no avergonzar al amado. Pero hablamos de un amor activo, de la superioridad del amado. Pero hablamos de un amor activo, de la superioridad del amante sobre el amado (según la oposición de Sócrates). El amor se erige revelador, como la razón de ser del hombre, “por el amor de Eryxímaco entretuve la vida”. Su tratamiento es salvado airosamente, gracias a la presencia de una metáfora audaz (dentro de un surrealismo racionalizado) y a una sintaxis muy breve rayana en lo aforístico. Destaquemos también el prólogo del libro. En él arremete duramente, con las armas de la ironía y el sarcasmo, contra la erudición mal entendida del mundo clásico, contra los retóricos que andan haciendo estragos con su ornamentismo vacuo “arrieros del verso mal sentido, farándula gigante que cultiváis a Píndaro”.
Daimon de la niebla, de 1980, escrito con anterioridad a los poemas de Fedro, pero editado más tarde, inaugura un cambio de sentimentalidad, o mejor, de tono y estilo en la trayectoria del poeta. Esencialmente, el estilo se adelgaza y se purifica hasta llegar a perder el cúmulo de metáforas que contenían sus primeros libros. Es, al mismo tiempo, su primer encuentro con la noción de marginalidad, vista externa e internamente.
En Para un dios de invierno, 1981, compuesto por 6 poemas, Moreno Jurado deja ver algunos elementos que desarrollará posteriormente en Bajar a la memoria. Dentro de una estructura circular que nos remite al principio de la obra, el yo-poeta describe su experiencia amorosa con un sentido claramente universal, como demuestra el uso de formas verbales en presente y pasado actual. Esta experiencia entre un “yo” y un “tú”, despojado de todos sus accidentes, se eleva hasta convertirse en una unión mística con el paisaje, recogiendo así el concepto de la égloga clásica y superándola, al hacer funcionar este paisaje como elemento central del libro. La identificación entre la naturaleza externa y las zonas erógenas del cuerpo humano se hace patente en los dos poemas centrales.
Una vez marcada esa experiencia del “yo-poeta” con un dios de invierno, estática en la aprehensión total del paisaje, el autor se desprende de todos los ropajes copresentes al amor y se reencuentra a sí mismo en su soledad, idea con la que da fin al libro, aunque, como fácilmente puede verse, no sea más que el inicio de cualquier otra relación, en la que será necesario llegar a un clímax para despojarse de todos los accidentes y volver a empezar desde la propia desnudez una vez más.
Hace algunos años, durante una crisis de afecto con la Poesía, motivada en último extremo por su carácter posesivo, sus celos poco o nada confesables, sus exigencias y su anacrónica coquetería, me prometí a mí mismo no volver a escribir un poema.
Sabemos que eso no fue así porque conocemos libros de poemas de él posteriores a la fecha de edición de este Aracne, lo que desconocíamos es que el poeta escribiese prosa de una forma y manera tan hermosa. Y no es, en ningún caso, prosa poética.
Aracne se propone desde un principio -continúa el autor- penetrar en los más hondos y oscuros rincones del recuerdo. No con el fin de describir los detalles íntimos de una vivencia particular, concreta, sólo mía, que a nadie puede interesar más que a los espejos que reflejan mi imagen, es decir, a mí mismo, sino con el propósito de resumir los datos objetivos de una experiencia en la que muchos, como yo, podrían verse reflejados.
Ahí está la grandeza de este libro: en la universalidad de las emociones, de los sentimientos de los que habla. El tejido de los textos que van formando Aracne es insuficiente, se queda corto cuando terminas de leerlo y deseas más. Hasta el momento no hay una segunda entrega.
"Por edad José Antonio Moreno Jurado pertenece a la llamada “Generación de los Novísimos”. Una simple lectura de algunos títulos de sus obras (Fedro, Poemas; Mitología personal; Las elegías del Monte Atos) podría inducir a pensar que Moreno Jurado se adscribe a la tendencia culturalista que estuvo tan de moda en los setenta. Sin embargo, siempre ha huido de la vacuidad y ha amado la tradición con ánimo combativo, no sumiso. Por esta razón, ha calificado su poética como “estética del riesgo”, concibiendo “riesgo” como superación de un legado plural que nos influye y una manifiesta intención de no imitarlo. Últimas mareas, su nuevo proyecto, asume plenamente estos postulados: riesgo, libertad creativa, ausencia de vacuidad, asimilación y superación no solo de la tradición, sino de su propia obra. El rechazo a ser epígono de uno mismo ha silenciado su inspiración quince años. El lector que se acerca a este hermoso poemario sin conocer verso alguno del autor encontrará un libro arriesgado, un libro capaz de sumergirnos sin ningún atisbo de nostalgia en ese momento de la vida en que empieza a ponerse la noche, un libro que hunde sus raíces en el agotamiento de su trayectoria vital. Si el lector está familiarizado con su obra, disfrutará de la voluntad de innovación en la estructura, las metáforas y el ritmo sin dejar de reconocer la particularidad de su universo formal (característico es el empleo del diálogo y la composición de neologismos) y temático ( la soledad y la incomunicación, el simbolismo del paisaje, sus preocupaciones sociales y existenciales). Celebremos la publicación de Últimas mareas porque no solo significa el regreso de un gran autor, sino la culminación de un proceso creativo que alumbra un poemario que sintetiza y supera todos los logros de libros anteriores, como veremos a continuación. Una de las dificultades que encontrará el lector es la complejidad aparente de la estructura. El propio autor la aclara. El libro se compone de poemas de mayor extensión que se inician en página par y terminan en impar para que puedan ser leídos sin girar la página con un solo golpe de vista, mientras que los de menor extensión se han dispuesto por parejas, opuestos en página par e impar y deben continuarse en las siguientes en ese orden, equilibrio inspirado en Odysseas Elytis y su homenajeado María Nefeli. Esta composición bipartita no es nueva. En Bajar a la memoria (Premio Juan Ramón Jiménez 1985), el poeta alternaba poemas de verso largo para expresar la pasión y el desamor, junto a serenos romances que lograban un equilibrio con la serie anterior. Variaciones también se componía de dos libros: Variaciones al estilo de Nanos Valaoritis y Variaciones en mar y en otoño, publicados por separado, pero concebidas como una unidad antitética: Variaciones en mar y en otoño seguía la estela de sus obras autobiográficas con una intención de trascender su mundo personal, al estilo de Kavafis, y Variaciones al estilo de Nanos Valaoritis retomaba el sentido de la denuncia social. Como su propio título afirmaba, formalmente ensayaba variaciones y experiencias estróficas de autores griegos que resultaron muy atrevidas. Últimas mareas es una síntesis de estos libros: no falta la confesión personal ni un yo subjetivo, está inspirado formalmente en autores griegos contemporáneos, y manifiesta la voluntad de dejar testimonio del mundo actual como en sus últimas dos producciones, Al sur de Cabo Sunion y Las elegías del monte Atos. En el fondo, estas estructuras bipartitas conducen al diálogo, al equilibrio, a la integración, que Moreno Jurado ha aprendido en el mundo clásico. En Últimas mareas, la voz lírica de los pequeños poemas apenas deja dudas sobre la voluntad de no falsear la realidad que ve y siente: el amor que multiplica por tres la soledad, la crítica de las falsas costumbres (tan presente en sus poemas), o la existencia de un cielo que permite la estupidez y la barbarie. En cierta medida, estos pequeños poemas distraen de la complejidad de los mayores. Los poemas largos fijan su atención en la muerte de personajes que le han precedido: Constantino Paleólogo, Copérnico, Giordano Bruno, Juliano el Apóstata, la Madre del autor –hermosísimo poema-, Lucrecio y Kavafis. Casi todos sufrieron la intransigencia, la oscuridad de la sinrazón, las consecuencias de la barbarie. Constantino, el último emperador bizantino, no lamentaba la caída de Constantinopla, sino la pérdida de la herencia griega, la destrucción de bellezas como San Salvador en Jora. La controversia teológica llevó a la hoguera a Giordano Bruno, quemado vivo en Campo de Fiori. En su defensa del paganismo, Juliano el Apóstata fue atravesado por una jabalina cuando intentaba retrasar el reloj de la historia universal. Por miedo, Copérnico postergó la publicación de su libro y la primera edición coincidió con su muerte. No es gratuita la selección de estos personajes. Aparentemente, la voz poética es un yo distanciado del autor que emplea un verso largo apropiado para la reflexión. Recojamos algunos versos: no existe sitio en mí * para la no ética * aunque un amigo me traiciona (extraído de Campo de Fiori acerca de Giordano Bruno); a nadie he obligado a creer * solo quise abrir los ojos* la libertad de culto * a los que asesinan en nombre de la fe (Juliano el Apóstata); nadie entendió * al principio * que he cantado con insistencia * casi en prosa * más el resultado sorpresivo de la acción * que el sentimiento embustero de la lírica (Kavafis); mi daimón * mi conciencia * me encuentra cuando quiere * en la elección de lo justo * de lo que conviene a la mayoría (Sócrates). Sin embargo, ambas voces, la del poeta y la de los protagonistas de la Historia, persiguen la misma finalidad: diferenciar la verdad universal, y la sinceridad que sólo afecta al individuo. Copérnico, Giordano Bruno, Lucrecio, Juliano han sido seleccionados porque conforman un yo desdoblado del poeta que denuncian cómo el desencuentro entre la vida y la verdad los conducen a la muerte en vida. De ese desencuentro nace la gran hondura moral del libro. En cierta medida, se proclama la necesidad de construir un colectivo a partir de individuos con una clara conciencia moral. El camino para llegar a esta síntesis ha sido largo. En Fedro, Poemas las series dísticas quebradas dotaban al poemario de una destacada fuerza aforística, que ilustraba muy bien el sentido ético: No puede haber fronteras entre la mar y el viento, / ni entre el árbol, la rama, los juncos y los montes . / No puede haber frontera entre los labios/ del hombre con el hombre. Neciamente, / la guerra es la mirada flotante de un cadáver/ escupida en la hiedra que surge en sus entrañas. La temática social y la búsqueda de lo esencial se atisbaban en Razón de la presencia. El hombre poco a poco se iba despojando de lo anecdótico: Estoy buscando al hombre/ dentro del hombre mismo. La lucha por la palabra exacta libre de falsos adornos se desembocará en el verso largo, casi prosaico, de su última etapa iniciada con Al sur de cabo Sunion. Otro elemento característico en la obra de Moreno Jurado es la presencia de coordinadas espaciotemporales bien definidas. Para un dios de invierno era una plaquette publicada en Riotinto en la que se ensayaba el esquema de la égloga tradicional y su paisaje bucólico. Mitología personal reproduce una conversación amistosa entre el amor divino y el humano durante una noche de agosto en un balcón. El sentido que le otorgaba era simbólico porque el diálogo se situaba entre el mundo sensible y la divinidad. La confesión personal encontró su cauce en Bajar a la memoria, un viaje sentimental desde la ilusión al desengaño. El autor desvelaba su experiencia dotándola de sinceridad mediante un logrado paso del tiempo y una localización paisajística real –en la Sierra de Huelva-. En Últimas mareas regresa al paisaje onubense, pero, en este caso, Mazagón, su playa, sus pinares. De nuevo la localización aporta sinceridad a la experiencia: los cafés son testigos de la importancia de la palabra nunca pronunciada; las calles bendicen la pobreza compartida de senegaleses y marroquíes, el mar envejecido de Mazagón arropa la soledad del poeta, los deseos que no podrán cumplirse. El paisaje onubense nutre sus versos desde siempre, pero las mareas del título no deben pasar desapercibidas. Encarnan la metáfora de la travesía vital del autor, su percepción de un final de trayecto. La pleamar es la fuerza creativa que le ha devuelto la inspiración y las ganas de apurar el deseo; la retirada de las olas es un síntoma de la irreversibilidad de nuestros días, una huella de lo que vamos dejando de ser. Esta marea vital del yo lírico con sus idas y venidas, altos y bajos tiene una plasmación perfecta en el ritmo lírico. Hay que leer despacio, degustar despacio. Últimas mareas no es una obra melancólica anclada en el ámbito de la memoria individual. Tampoco reivindica la necesidad de aprender de nuestra condición temporal a fin de reconquistar el sentido de nuestra existencia, de aprender de nuestros errores. Solo constata el hecho de que todo proceso vital es un proceso mortal. Esperamos que durante este proceso vuelvan las mareas y no sean las últimas".
Por fortuna, no, no han sido las últimas.
En 2016, la editorial Point de Lunettes publicaba Veinte momentos de lucidez. De nuevo el poeta nos entregaba una manifestación más del rayo que no cesa.
Un año después, en 2017, el Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas de Granada publicó De Bizancio a la Grecia contemporánea: estudios sobre literatura griega. Ensayo en la producción de nuestro protagonista. Y aquí hago un alto para volver hacia atrás, un doble salto para ubicarnos en el año 2013, año en el que ve la luz Cuadernos de un poeta en Mazagón: (divagaciones sobre la arena), publicación de la editorial tinerfeña Baile del Sol.
Cuanto escribí en mi juventud y mi madurez fue alimento del tiempo. Quiero decir que me impulsaba a expresarme una fuerza viva, algo inconcreto que no acierto a definir, más fuerte que yo mismo, más real incluso, a lo que tenía que someterme por pura necesidad fisiológica, por puro hechizamiento, puesto que no quería permanecer para siempre abatido y deforme. Y, al escribir, salía fácilmente de mis depresiones, de mis rutinas intelectuales, eróticas también, y adquiría mi propia forma, la que me alejaba ilusionadamente de la deformidad, de la manera de no ser, de la opacidad y la atonía ontológica. Poemas, artículos, traducciones y estudios alimentaron durante mucho tiempo el vientre insatisfecha del tiempo.
Hasta tres veces he leído esta obra. Por el momento. La primera fue doble: terminé y volví a empezar. Después distancié la lectura para volver a introducirme en sus páginas cuando se editó Cuadernos de un poeta en Mazagón (Cuadernos III y IV). Los cuadernos I y II, obviamente, pertenecen al volumen anterior, aunque no aparecían como subtítulo.
Es un placer poder continuar divagando por esos senderos que José Antonio trazaba en sus cuadernos anteriores. De nuevo las citas de los clásicos como algo absolutamente vigente. Los cásicos griegos, latinos... No se agotan sus mensajes sino que vienen a articular cadenas de pensamientos tan actuales como la vida misma. Es como un paseo íntimo con un amigo que te recuerda la necesidad de no olvidar nunca la constancia en el pensamiento crítico, en el ejercicio continuo de la libertad. Los dos volúmenes de Cuadernos de un poeta en Mazagón los he leído tres veces cada uno, y pienso volver a leerlos, las veces que hagan falta porque su lectura me conforta, me estimula.
Mirando ahora las fotos de su investidura como doctor honoris causa por la universidad de Corfú, las fotos de las portadas de algunos de sus libros, recordando su historia personal (los años, al comienzo, por estas tierras de Andalucía, sus años en Madrid, la vuelta a Sevilla, su relación tormentosa con la Universidad Hispalense...su enfermedad de corazón contraída por los berrinches provocados por la injusticia...) me pregunto cómo y por qué su figura ha sido y es tan ignorada en el ámbito de esta Sevilla que, una vez más, es ingrata con sus hijos. Pero en realidad Sevilla no tiene culpa, ya que la ciudad es un mero símbolo, una forma de hablar o de poner en imágenes simbólicas a todo un entramado de intereses más o menos espúreos manejados por una clase social o casta, porque la Cultura, como en todos lados, está manejada por un grupo de élite, como sucede en Madrid, Barcelona, Valencia, o San Petersburgo. Me pregunto por qué el nombre y apellidos de José Antonio Moreno Jurado no ha aparecido en más ocasiones en los medios de comunicación, ya sean visuales o en medios escritos. Por qué ese abandono por parte de la dulce progresía de la ciudad de Sevilla sobre un autor que ha traducido las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer al griego. Seguro que si Moreno Jurado en vez de ser sevillano hubiese sido catalán, cualquiera de sus obras habrían sido promocionadas como se merecen desde su comunidad autónoma. Yo no soy periodista y todo lo que pueda decir y opinar desde este blog, para muchos no es ni será vinculante precisamente por eso, porque no soy periodista. Si lo fuera, eso sería otro cantar que dice la voz popular. Al principio de esta entrada dije que el día que conocí a José Antonio en la librería Padilla, en la calle Laraña de Sevilla, hubo una anécdota triste que no quería pasar por alto y es la que te voy a contar.
Trabajé en Radio Nacional de España desde que la emisora estatal absorbió a Radio Cadena Española, que fue la emisora donde entré, primero como colaborador de la emisora de F.M. y después al aprobar las oposiciones con categoría laboral de Especialista de Sonido y Control. Se habló durante mucho tiempo de fusión entre ambas emisoras, pero en realidad fue una absorción unidireccional: RNE sobre RCE. He encontrado un sinónimo de absorción, imbibición. La lengua española, tan rica como variada. Sigo. En la Redacción de Informativos de RNE, en el apartado de Cultura, reconozco que me llegué a poner pesado: que por qué no entrevistaban a José Antonio Moreno Jurado, que era un autor cuya obra, conversación, trato humano...que era un hombre importante, por Dios. Que podía localizarlo en la librería Padilla, comentarle que estaban interesados en realizarle una entrevista, que me facilitara un teléfono de contacto, un e-mail al que poder escribirle. No, no lo conocía en persona (aún). Sí, sí..., me decían. Un día de estos. En Sevilla son muy populares los AverSi, los AraVé, los PoyáQue... Po yá que vas, tráete una lechuga... Po yá que vas a bajar, cómprame tabaco; Vale, pues ara vé a comprar el periódico y la revista Telva... Ara vé por el niño, que se ha quedado a dormir en casa de tita Eulalia. Pero de todos, el más repetido es el el condicional AverSi... ¡Hijo, aver si nos vemos un día!... ¡Kiyooo, aver si quedamos y...!... Aver, aver aver... Pero nunca nos vemos. Así que, llamar por teléfono, quedar con él para una entrevista en los estudios...sí, AverSi. Un día, como en otras tantas ocasiones, pregunté a quienes correspondía en el área de Cultura de la Redacción de Informativos, que, de verdad, ¿cuándo iban a llamar a Moreno Jurado para realizarle una entrevista? Me dijeron que ya había estado en la emisora. ¿Cuándo? Pregunté. Me contestaron que la semana pasada. Esa semana, la anterior, yo había estado de descanso porque me habían devuelto días festivos, fines de semana trabajados, y coincidió con esa visita tan esperada. Que por qué no me habían avisado, que me habría gustado estar presente. Que bueno, que como estaba de descanso pues no habían caído, que tal que si Pascual... Al menos, dije, podré escuchar la entrevista. Sí, bueno, esto...hay que editarla, salió muy larga. Bueno, me daba igual, lo que quería era escucharla. Pero no pude hacerlo: no daban con la ínclita interview...no se acordaba nadie de dónde la habrían puesto. En cuanto apareciera, me la pasaban.
En estas se produce el encuentro entre nuestro protagonista y un servidor, en la librería Padilla, en la calle Laraña, etcétera. Conversando con José Antonio (para no repetir lo que ya dije más arriba, sencillamente recordar que le di las gracias por haber traducido a poetas griegos contemporáneos como Andonis Dekavales, Héctor Kaknavatos...y a todos los poetas de la generación de 1940) le comento el coraje que me dio la coincidencia de su visita a la emisora con mi semana de descanso. Me miró extrañado y me dijo que no sabía a qué me refería. Insistí: tu visita a RNE, para la entrevista que te hizo X (se dice el pecado, no el pecador o pecadora)... Me aseguró no saber a qué me refería. Es más, nadie de Radio Nacional de España le había llamado desde (no recuerdo ahora el año, pero hacía bastante, bastante tiempo). Me disculpé, tal vez me había enterado mal. Adiós, hasta otro día y encantado de haberte conocido.
Al día siguiente, con mucho tacto, comenté en el sitio y la persona adecuada mi feliz encuentro con José Antonio Moreno Jurado, de cómo me hubiese gustado estar presente en esa entrevista que, bondad graciosa (como dirían los personajes de Astérix en Gran Bretaña) de haberse producido habría sido muy interesante. ¿Por qué me mintieron? No lo sé. Tal vez porque quien se la podría haber hecho no disponía de tiempo suficiente, algo que es muy común a los periodistas que ocupan el cargo de redactor/ra de Cultura en los medios escritos (papel o pantalla), al menos en los últimos tiempos-años. No lo sé, de verdad. No lo entiendo. Es cierto que la Agencia Efe ha realizado una breve entrevista con él. Fue cuando se hizo realidad su nombramiento DHC por la universidad de Corfú. Entrevista que tuvo también el formato de vídeo. No he visto dicho vídeo en televisión, ni tampoco he visto reflejada la entrevista en periódico alguno. Cultura, en la prensa escrita y on-line, está sobrepasada, quienes llevan el tema se encuentran con falta de tiempo para cubrir todos los acontecimientos. Sí, ya lo dijo Jacques Lacan: Lo tenemos todo, pero nos falta Tiempo, que es lo único que no tenemos.
El paso de los años, la pérdida de fe en el ser humano por su manifiesta incapacidad para evolucionar en progresión, el eterno retorno de las intolerancias, la proliferación del veneno de las religiones, el empeño de volver atrás por parte de la sociedad... Hastío, ese enorme cansancio que uno siente ante el absoluto sinsentido del mundo, se apoderó del espíritu de José Antonio. Escribir hasta el momento le ayudaba a salir de sus depresiones, de sus rutinas intelectuales, le ayudaba a alejarse de la deformidad, de la manera de no ser, de la opacidad y la atonía ontológica. Esto lo confesaba en Cuadernos de un poeta en Mazagón (divagaciones sobre la arena), el volumen que recoge los cuadernos I y II. Hay un momento, un instante en el que se produce una fractura sin posibilidad de recuperación y el escribir no alivia, no libera de nada. La existencia se convierte en una serie de ejercicios que sólo un funambulista imposible se atrevería a realizar. Por fortuna no se vuelve hacia el consuelo hueco y sordo de la religión como hicieron en el otoño de sus días figuras como Oscar Wilde o Paul Verlaine. Ni siquiera llega a aseverar como Kierkegaard que Dios está detrás de lo absurdo porque su ateísmo sereno no puede admitir la existencia de ningún creador bonachón o demiurgo vengativo.
Es una prosa más concisa que la de aquellos cuatro cuadernos de la obra Cuadernos de un poeta en Mazagón. Son reflexiones más breves que para algún lector pueden resultar pesimistas, pero tal y como dice el autor suscribiendo a Fernando Pessoa, no soy pesimista, soy triste. El libro lo publicó Padilla Libros.
Dos años después, en 2022, Mixtura Editorial publica Cartas a Stelios. Stelios Karayanis, poeta griego de la Generación del 80, amigo de José Antonio, mantuvo con nuestro autor una relación epistolar después de que se conocieran en 1982 en pleno centro de Atenas. Estas cartas recogidas en este volumen son ciertas, algunas, otras, imaginarias. Están en la misma línea de contenido que los textos de Ética a un burro: tristeza ante la estupidez, la estupidez del Ser y de ser, de la filosofía, de todo, de la nada.
Y este año, 2024, ha visto la luz, hace muy poco, esta obra breve, pero como siempre, intensa, titulada Autoaforismos de un estúpido. No es una mezcla de los dos trabajos anteriores, es un martillazo en medio del silencio imperante. Dice el autor: ...cuando escribes en soledad y lejos de amigos, de grupos, de universidades y de instituciones en general, te conviertes en una isla rodeada por mares de displicencia y de abandono. El autor echaba en falta algo más que reflexionar sobre, por ejemplo, la Filosofía, que nunca se ocupó de la estupidez de vivir sino que la aceptó, la vida, casi sin oposición. Faltaba enfrentarse a sus propias ideas desde la ironía y el distanciamiento, que es precisamente lo que realiza aquí. Autoaforismos de un estúpido está publicado por Padilla Libros.
Y algo muy importante: ninguno de estos tres libros caracterizados por lo triste están escritos con un lenguaje de resignación, es un lenguaje realista.
Llegamos al final, que en realidad es el principio, porque como dije al principio de esta entrada, el pasado día 13 de junio, jueves, la Universidad de Corfú, en Grecia, le concedía el título Doctor Honoris Causa a José Antonio Moreno Jurado por su labor en la difusión de la cultura helénica. El acto se llevó a cabo en el Salón de Actos del Rectorado de la Universidad de Corfú. Lo que sigue es un reportaje fotográfico de la ceremonia.
Fachada de la Academia Jonia, sede del Rectorado de la Universidad de Corfú, Grecia. |
El escenario del salón de actos.
Ropaje protocolario para la ceremonia. |
José Antonio Moreno Jurado acompañado por Andreas Floros, Rector de la Universidad de Corfú, accediendo al Salón de Actos. |
Dos instantáneas con el Rector de la Universidad de Corfú, Andreas Floros, leyendo aspectos relacionados con la ceremonia.
Acto seguido se procede a investir a la persona que se nombra Doctor Honoris Causa
Moreno Jurado y Andreas Floros, rector de la Universidad de Corfú, mostrando el acta del nombramiento Doctor Honoris Causa |
José Antonio leyendo, en griego, el discurso por su investidura. |
Porque a pesar de que sus últimos textos tengan ese perfil triste, nuestro hombre no actúa con tristeza, tristemente. Se levanta temprano, muy temprano, antes de que amanezca, y se pone a traducir poesía griega actual. Su propósito es corresponder a esos poetas que le escriben y que vean la luz a través de la edición de Padilla Libros. Probablemente si le preguntaras te diría que no tiene ninguna intención especial, pero para nosotros, el hecho de que no deje de traducir poesía, ensayo...es algo que nos conforta. Lo hace, digamos suscribiendo un pensamiento de la escritora de origen libanés, Margot Douaihy, para compartir la luz en un mundo a veces excesivamente invadido por las tinieblas.
Gracias, José Antonio Moreno Jurado, por existir y estar vivo.