viernes, 30 de octubre de 2020

Cíclope 3.0 - 27-10-20


Tocando un órgano



Cíclope 3.0 del martes 27 de octubre, donde el órgano va a tener cierto protagonismo, no al principio pero sí un poco más adelante.
Iniciamos la edición de hoy con una banda que ha pasado en alguna ocasión por el programa: The National.

The National se reunían por primera vez en 1999, en Cincinnati, Ohio, debutando con su primer disco, The National, en el año 2001.  Reuniendo influencias diversas pasaron a engrosar la nómina de músicos dedicados al Rock Alternativo.  Dos parejas de hermanos, Scott y Bryan Devendorf y Aaron y Bryce Dessner, se alinearon detrás de Matt Berninger, un cantante de voz profunda con registro de barítono que se encarga además de escribir las letras de las canciones.  Para comenzar el Cíclope reseña dos temas, uno perteneciente al primer álbum, con ese perfil tranquilo y sereno que caracteriza el sonido del grupo; el otro, la única vez que The National se desmelenan en plan rockeros, un tema del segundo trabajo publicado en 2003, Sad Songs for Dirty Lovers.



 
  




































En 2005 editaban Alligator, pero sería en 2007, con la publicación del álbum Boxer, cuando recibirían el reconocimiento internacional.
Este año 2020, el vocalista Matt Berninger se ha estrenado en solitario con un disco titulado Serpentine Prison.  Sigue escribiendo letras contemplativas y muy literarias para las canciones que firma en un trabajo en el que aparece un colaborador excepcional: Booker T. Jones.  No solo toca su instrumento por antonomasia, el órgano, sino que también ha contribuido a levantar las estructuras de las canciones, sugiriendo ideas y asesorando a Berninger.  El vocalista sigue el rastro de la estética que desarrolla con la banda The National, perfil calmado, interiorista.  Un par de temas del álbum para que conozcas cómo suena.


Matt Berninger




    




















Matt Berninger
Serpentine Prison - 2020






Booker T. Jones



De él, de Booker T., se puede afirmar que es un compositor/intérprete indesmayable.  Lleva años trabajando en el mundo de la música.  Fue uno de los arquitectos del sonido soul de Memphis de la década de los años 60 como líder de la banda Booker T. & The MG's que consiguió varios éxitos por su cuenta además de servir como banda de sesión del sello discográfico Stax Records.
Nacido en Memphis, Tennessee, el 12 de noviembre de 1944, relacionado con el mundo de la música desde pequeño, formó la banda MG, que respaldaría a los artistas de Stax Records como Otis Redding, Sam & Dave, Eddie Floyd, Albert King y muchos más.  Eso y un flujo constante de grabaciones instrumentales por su cuenta con la banda MG.  Su productividad a principios y mediados de la década de los 60 es aún más notable si tenemos en cuenta que fue estudiante a tiempo completo en la Universidad de Indiana, donde estudió composición y teoría musical mientras tocaba en espectáculos y grababa sesiones los fines de semana y durante las vacaciones.


Booker T. & The MG's
(Booker segundo por la izquierda)




El grupo acompañó a Ottis Redding en la actuación legendaria del Festival Pop de Monterey en 1967.  Del grupo, el Cíclope recupera uno de sus temas más conocidos: Green Onions, de 1962.

Entre disputas internas por los horarios cada vez más ocupados de varios miembros, el grupo estuvo a punto de separarse y en 1970, Jones se mudaba a Los Ángeles.  Un año después el grupo se deshacía y él continuaría en solitario, ahora como músico de sesión, interviniendo en álbumes de Bob Dylan, Stephen Stills, Kris Kristofferson y Rita Coolidge.  En 1971 lanzaba Booker T. & Priscilla, el primero de dos álbumes que grabaría con su entonces esposa, Priscilla Coolidge, hermana de Rita Coolidge.
En el año 1992 se volvieron a reunir los miembros de Booker T. & The MG's para un concierto especial: sirvieron como banda de acompañamiento para el tributo que varios músicos le rindieron a Bob Dylan en conmemoración de los 30 años que cumplía como músico e intérprete.  Uno de los participantes en el evento, Neil Young, quedó tan impresionado con los MG que los invitó como banda de apoyo para una gira de conciertos en 1993.  El hecho motivó al grupo para volver a grabar juntos y en 1994 aparecía un nuevo álbum de la banda, That's the Way It Should Be, promocionándolo con varias actuaciones en vivo.
En la actualidad, entre otras actividades, Booker T. ha colaborado en el álbum de Matt Berninger tocando el órgano en temas como One More Second que es la segunda canción que escuchamos del vocalista de The National.
Y ahora es cuando el órgano protagoniza los temas que hoy ha seleccionado el Cíclope para esta edición.  
Habitualmente, en la Historia del Rock y del Pop de las décadas de los años 60 y 70, el órgano como instrumento era algo frecuente en los grupos o solistas, casi se podría decir que básico.  Entre las bandas que tenían un órgano entre la dotación de sus instrumentos están The Animals.



 
Capitaneados por la voz de Eric Burdon (en la foto anterior, primero por la izquierda), The Animals fue una de las bandas más importantes de la escena Rhythm and Blues de Inglaterra a principios de los años 60.  En la primera ola de invasión británica, The Animals fueron superados únicamente por The Rolling Stones, a niveles del R & B.  Tenían una doble columna vertebral de instrumentos que proporcionaba la cohesión al sonido del grupo: guitarra eléctrica y órgano.  La canción House of the Rising Sun, una composición tradicional arreglada por los músicos que la han llegado a interpretar, se recoge por ejemplo en el primer álbum de Bob Dylan, el que bautizó con su nombre y apellido en 1962.  The Animals realizaron una versión dotada con un riff de guitarra y un conmovedor acompañamiento de órgano ideado por el músico encargado de tocar dicho instrumento: Alan Price (en la foto, sentado sobre la esfera de piedra).  El organismo oficial encargado de recoger los derechos de autor recomendó que la canción House of the Rising Sun, cuando se grabara, tuviera una mínima referencia de quién había realizado los arreglos, además de dejar claro que se trataba de una composición tradicional, así que la versión que hicieron Los Animales dejaba constancia de la doble autoría: canción popular, barra, Price.  Fue un éxito rotundo tanto en el Reino Unido como en U.S.A., a principios del verano de 1964.




En mayo de 1965, Price dejó el seno de la banda, argumentando miedo a volar por lo que el tema de las giras fuera del Reino Unido quedaba imposibilitado.  Posteriormente, algunas crónicas biográficas de la banda han indicado que las razones, los motivos de Price eran menos psicológicos.  Autores había señalado la necesidad de incluir un nombre y apellido como arreglista de la famosa canción, no servía poner que se había hecho por el grupo tal o cual.  Aparecía el apellido del organista y se sobreentiende que, después de cobrar los derechos de autoría, los beneficios se distribuirían con el resto del grupo.  El dinero no se dividió y además, tan pronto comenzó a llegar, el organista desarrolló repentinamente una profunda fobia a volar en avión lo que determinó su salida del grupo.  Versión oscura y un tanto...zafia a la hora de enjuiciar una situación que se correspondía más con otra realidad muy distinta: la lucha de egos entre Eric Burdon y Alan Price a la hora de liderar al grupo.  Esa fue, dicen otras crónicas, la razón por la que el organista dejó la banda para dedicarse a trabajar con su propio proyecto: Alan Price Set.



Alan Price comenzó a grabar en solitario en 1968.  Había dejado a The Animals en 1965, tras un año de exito internacional.  En el documental sobre la figura de Bob Dylan titulado Don't Look Back, se le puede ver hablando con Dylan acerca de su separación de The Animals.
Grabaría con Georgie Fame, compondría bandas sonoras de películas y firmaría con su nombre y apellido álbumes como Metropolitan Man, discos en los que el principal protagonista es su instrumento de base, el órgano, y donde expone con una vieja sabiduría temas como el que recupera el Cíclope: Fools Gold.



Metropolitan Man
 - 1975



Si hablamos de sonido de órgano hay uno extraordinariamente personal, único por su perfil noctambulo, mercurioso como se le llegó a denominar.  Ese órgano sonaba con esa personalidad, y suena aún hoy en día porque su artífice sigue vivo, cuando lo toca Al Kooper.



Al Kooper



Al Kooper nació en Brooklyn, Nueva York, en 1944.  Cuando era niño disfrutaba cantando los discos de Bessie Smith que escuchaba su padre y le proporcionaron una introducción al Blues y, por extensión, al Gospel, Rhythm and Blues, Soul...en definitiva todas las corrientes que formarían la base de su propia música.  
Se reveló a sí mismo como un músico natural: un día se sentó frente a un piano y comenzó a tocar uno de los éxitos vigentes en aquella época (principios de la década de los 50) sin formación ni experiencia previa.  Aprendió piano por su cuenta y también la guitarra.  En aquellos días su principal interés estaba centrado en la música Gospel.  Cuando apareció el Rock & Roll, Kooper se sintió atraído por el aspecto vocal de la nueva música.  Se convirtió en profesional en 1959, uniéndose como guitarrista a la formación Royal Teens.



Royal Teens
(Al Kooper primero por la izquierda) 




A principios de la década de los 60, Kooper había comenzado a escribir canciones.  Se pasó un tiempo intentando entrar en los circuitos de grabación presentándose como guitarrista de estudio, de sesión, hasta que un amigo, el productor Tom Wilson, lo invitó a la grabación de un disco de Bob DylanKooper llevó su guitarra con la esperanza de que sucediera algo, que hiciera falta alguien para completar la dotación de instrumentos.  La oportunidad surgió cuando se necesitó un segundo teclista para tocar el órgano.  Kooper se ofreció a hacerlo y realizó una improvisación sobre el tema Like a Rolling Stone que le gustó tanto a Dylan que le rogó que lo repitiera, como fuese, para incluirlo en la grabación definitiva de la canción.  Highway 61 Revisited de Bob Dylan supuso la electrificación de la música dylaniana.  Es un disco clave no sólo en sus trabajos sino en el panorama del Folk y el Rock.  Tuvo una serie de colaboradores clave en la radiografía del álbum, en el espectro del sonido que logra la conjunción de instrumentos como la guitarra eléctrica en manos de Michael Bloomfield y, especialmente, el sonido del órgano, tocado por Al Kooper, un resultado final que fue tildado de sonido noctámbulo, mercurioso, como tiene en el tema Ballad of a Thin Man que es el que recuperamos de dicho álbum.
La colaboración con Dylan se extendió más allá en el Tiempo y Kooper pasaría a formar parte de la banda que respaldó al cantautor de Minesota en actuaciones en vivo como la edición del Newport Folk Festival del año 1965.  Fue una constante que el órgano satinado de Kooper apareciera en las siguientes grabaciones como por ejemplo el mítico Blonde on Blonde.
Pero la labor musical del músico original de Brooklyn no se quedaba ahí solamente.  Ese año de 1965, el productor Tom Wilson volvió a contactar con Kooper para invitarlo a que se sentase en los teclados para grabar una demo de un grupo de Blues Rock de Nueva York llamado Blues Project.  Los resultados finales sirvieron para convencerle de que se uniera a la banda como teclista y, eventualmente, como cantante.  Lideró Blues Project durante un espacio corto de tiempo pero muy fructífero, recibiendo la aclamación unánime de crítica especializada y audiencia.


Para recuperar un poco la labor musical en solitario de Kooper vamos a reseñar algunos momentos de su discografía como por ejemplo este álbum publicado en 1971, New York City (You're a Woman), un disco excepcional que contaba con canciones como Come Down in Time, original de Elton John y que Kooper transforma en una versión verdaderamente luminosa y brillante.



La carpeta del LP, al desplegarse, ofrecía esta imagen.



Volviendo atrás, a finales de la década de los 60, cuando Kooper abandona Blues Project se encuentra preparado para comenzar un proyecto que llevaba tiempo gestando, una banda con un sonido de Jazz y Rhythm and Blues con una sección de instrumentos de metal considerable y el resultado fue Blood, Sweat & Tears.



Blood, Sweat & Tears
 (Kooper abajo, a la derecha)




























Aquellos Blood, Sweat & Tears de 1968 grabaron un álbum muy importante, Child is Father to the Man, con Kooper al frente vocal y en el órgano y el piano.  Pero una cosa es la calidad y la importancia de una obra y otra la comercialidad.  La discográfica que publicó este primer trabajo del grupo dijo que sí, que muy bien, pero no: buscaban algo más...comercial, que se pudiera vender mejor.  La estructura del combo les parecía perfecta, pero...que tuviera un espectro tendente hacia una audiencia más amplia.  Y aunque la idea y el invento eran de Kooper se vio desplazado y sustituido por otro vocalista de voz broncínea, David Clayton Thomas, que ya sí dio en la tecla que buscaba el sello discográfico.



Steve Katz

 De ese primer álbum de Sangre,   Sudor y Lágrimas rescatamos el   tema My Days Are Numbered con   una guitarra eléctrica invitada   excepcional, la de Steve Katz, ex-   miembro de Blues Project y   productor de discos como Rock 'n'   Roll Animal y Sally Can't   Dance de Lou Reed.








Para cerrar esta edición de Cíclope 3.0 y siguiendo la estela del órgano de Kooper vamos a rescatar una obra de un peso específico altísimo, el álbum Super Session.



 
Firmado entre Mike Bloomfield, Stephen Stills y Al Kooper y publicado en 1968, Super Session es un cruce de caminos que fuerza a tomar una dirección u otra.  Los años finales de los 60, 1967-1968, ven el florecimiento de una serie de discos que van a cambiar las estructuras de las canciones del Rock y del Pop.  Se da un cambio sustancial: se pasa de canciones Pop cortas y bailables a obras comparativamente más largas que fijan su atención en sutilezas técnicas y musicales.  The Beatles ya habían dado muestras de ese cambio con la grabación del álbum Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band y detrás saldrían un montón de proyectos que interpretaban el paisaje sonoro de una forma distinta a como se había hecho hasta el momento.  El caso del LP Super Session es una de esas propuestas.
En principio sólo estaban Bloomfield y Kooper para llevar el proyecto adelante.  La sección de guitarra bajo, batería y piano eléctrico la formaban Harvey Brooks, Eddie Hoh alias Fast y Barry Goldberg.



Harvey Brooks






























Eddie "Fast" Hoh
(1944-2015)







Barry Goldberg





























El blues de Chicago era el distintivo de la guitarra de Mike Bloomfield, insomne crónico que podía pasar hasta tres días seguidos sin conciliar el sueño.  Al que hacía cuatro, se podía caer redondo al suelo, con una crisis provocada por la fatiga de la falta de sueño.  Era fácil trabajar con él, estaba dispuesto mañana, tarde y noche, pero cuando se agotaba tenía que pasar unos días hospitalizado con curas de sueño.  Esto provocó que Kooper se replanteara lo que quedaba por hacer en el proyecto Super Session.  Ya tenía grabada una parte, los temas en los que habían trabajado el tándem Kooper/Bloomfield, pero quedaba material sobre el que trabajar.  Las circunstancias personales de los dos, profesionalmente hablando, estaban en pausa: Bloomfield venía del grupo de Rock y Soul The Electric Flag donde también habían militado Harvey Brooks y  Barry Goldberg; Kooper llegaba con la frustración de haber creado una banda, Blood, Sweat & Tears, que había tenido que abandonar por exigencias comerciales de la discográfica.  La situación no podía ser más favorable porque les permitía dedicación completa.  Pero en estas, a Bloonfield le da un flusx provocado por la falta de sueño y el proyecto se queda cojo.  Kooper contactó con un viejo conocido, Stephen Stills que, cosas del Destino, también se encontraba profesionalmente en un compás de espera: llegaba desde el seno de Buffalo Springfield y aún no se había unido a Graham Nash y David Crosby.  Luego era una pieza perfecta para encajar en Super Session.  Ya estaba terminada una parte, la que contaba con la labor de Bloomfield; ahora, el ingenio de Kooper y de Stills, unidos los dos, daban como resultado una sinergia superior a las características individuales de cada músico.  El resultado fue electrificante, sobre todo la versión que hicieron del tema original de Donovan, Season of the Witch, con una guitarra eléctrica cargada de elocuencia a través de una sabia utilización del pedal de WahWah.  La Rickenbacker de Stills, con ese aire de Costa Oeste, conseguía que versiones de temas de Dylan como It Takes a Lot to Laugh, It Takes a Train to Cry sonara ágil, envolvente, saltarina.
Como broche final tomamos una composición del binomio Bloomfield/Kooper, el tema Albert's Shuffle.
Antes de desperdinos hasta la semana que viene reseñar que Kooper fue el que dio a conocer bandas como Lynyrd Skynyrd, produciendo su primer álbum, Lynyrd Skynyrd (Pronounced 'Leh-'nérd 'Skin-'nérd), probablemente su mejor trabajo.  
Kooper sigue en activo, grabando y publicando diuscos, el último aparecido en el año 2008.



Al Kooper
en la actualidad



Espero que te guste el programa.


Enlace:






lunes, 26 de octubre de 2020

Davis Grubb




Davis Grubb (1919-1980)




Hacía tiempo que no teníamos una entrada dedicada a la literatura en este blog y en esta ocasión vuelve con formato binomio: libro más adaptación cinematográfica.  La madre del cordero, el origen, fue una novela, La noche del cazador, la versión para Cine vendría después, así que vamos a comenzar por el principio aunque supiéramos de la existencia de dicha obra por la película homónima ya que la traducción tardó años en aparecer en España.
Todo empieza el 23 de julio de 1919 en una localidad norteamericana, Moundsville, ubicada en el estado de Virginia Occidental.  En esa fecha se produjeron una serie de nacimientos entre los que se encontraba el de Davis Grubb.
Grubb desarrolló una serie de habilidades creativas: pintura y una inclinación especial por la literatura traducida en entusiasmo y diversidad en los ejercicios de redacción que le ponían como tarea en el colegio.  Disfrutaba escribiendo historias cortas al mismo tiempo que ensayaba la pintura, matriculándose en el Instituto Tecnológico de Pittsburgh, pero su daltonismo le supuso una discapacidad que no supo sublimar.  Se dio por vencido y fue entonces cuando toda esa energía creativa la reconvirtió en palabras y se reinventó, escogiendo el camino de la escritura.
Año 1940, Grubb se traslada a Nueva York y encuentra trabajo en la cadena de radio NBC ejerciendo de escritor para el contenido de una serie de programas.  El tiempo libre que le queda lo dedica a redactar cuentos en los que, a veces, incluye ilustraciones realizadas por él mismo en un ejercicio de expresividad cercana a la del autor austríaco de origen checo Alfred Kubin (1877-1959), que escribía porque no podía dibujar y dibujaba cuando no podía escribir.  Su novela Al otro lado está repleta de esos dibujos con los que Kubin ilustraba sus narraciones.  Ésta en concreto sería un antecedente para Franz Kafka cuando concibió El castillo.
Volviendo a nuestro protagonista de hoy, Grubb publicó por primera vez en 1944, se trató de un cuento titulado The Lollipop Tree que tuvo éxito en su recepción por parte de la crítica y de los lectores.  Le supuso la apertura de puertas para que una serie de revistas le solicitaran su colaboración como autor de historias cortas y a principios de la década de los años 50 comenzó a redactar lo que sería su primera novela: La noche del cazador.
La obra se editó en 1953 y estuvo nominada como finalista en los National Book Awards de 1955.  Ese mismo año, 1955, se estrenaba la adaptación cinematográfica de la obra, dirigida por Charles Laughton.  Como la cinta recoge con fidelidad el argumento y el espíritu de la novela, al hablar de la película vamos a hablar implícitamente del contenido literario y así trazamos un bucle, una trenza explicativa del contenido (o por lo menos voy a intentarlo) de ambas.
La historia que nos cuenta Grubb en su novela está basada en hechos reales: Herman Drenth, conocido como Harry F. Powers y también Cornelio O. Pierson, había nacido en los Países Bajos en 1893.  En 1910 él y su familia emigraron a Estados Unidos viviendo primero en Cedar Rapids, Iowa, para posteriormente trasladarse hasta el estado de Virginia Occidental, asentándose en la localidad de Moundsville (de donde era Grubb).  Contrajo matrimonio después de conocer a la que sería su esposa, Luella Strother, contactando con ella a través de la sección de Corazones Solitarios de un periódico.  A pesar de estar casado, Drenth siguió haciendo uso de ese apartado en los diarios.  Su mujer se quedó al frente de la tienda de comestibles y de la granja mientras su marido recibía diariamente unas 20 cartas de mujeres que respondían encantadas a los latidos solitarios del corazón de Cornelio.  Utilizando este alias comenzó a mantener correspondencia con Asta Eicher, una viuda con tres hijos que residía en Illinois.  Cornelio visitó a la familia que se quedó encantada con la amabilidad, elocuencia y caballerosidad de aquel hombre que les prometió ir de viaje a Europa, para lo que necesitarían dinero, dinero que saldría de la cuenta de ahorro que la viuda Eicher tenía en el banco.  Un día se descubrió que la familia había desaparecido y los vecinos recibieron una carta breve de parte de Cornelio asegurando que se encontraban todos camino del viejo continente.  No se supo más ni de la viuda ni de sus tres hijos.



Herman Drenth
 (1892-1932)


Poco tiempo después, Herman Drenth, alias Harry F. Powersalias Cornelio O. Pierson o A.R. Weaver, contacta con Dorothy Pressler Lemke, de Massachusetts, que también estaba buscando el amor a través de anuncios de corazones solitarios.  La convenció para que se vieran en Iowa y así contraer matrimonio.  De camino también la sedujo para que retirara 4.000 $ de su cuenta bancaria cosa que hizo como fiel enamorada.  De lo que no se dio cuenta Dorothy al llegar a Iowa fue que  en vez de enviar sus baúles a dicha ciudad donde él le aseguraba que vivía, Cornelio los había facturado a Fairmont, Virginia Occidental, donde en realidad estaba asentado.  Asta Eicher y sus hijos y Dorothy Pressler Lemke desaparecieron sin dejar rastros de su existencia.
El canto persistente de las cigarras aseveraban el calor del mes de agosto del año 1931.  La policía había recibido una denuncia de los vecinos de la viuda Eicher asegurando que había algo extraño en el hecho de que ni ella ni sus hijos habían dado señales de vida desde hacía demasiado tiempo.  Los agentes de la Ley descubrieron en el sótano de la casa de la viuda una serie de cartas de amor firmadas por Cornelio O. Pierson y una dirección en el remite, dirección que les llevó hasta Harry F. Powers, en la localidad de Quiet Dell, donde seguía viviendo con ese alias en compañía de su esposa, Luella Strother.  No, él no estaba, se encontraba en viaje de negocios.  Con la pertinente orden de registro entraron en la casa y en el garaje, bajo el suelo, encontraron una construcción semejante a un zulo donde estaban escondidas ropa con manchas de sangre, restos de pelo humano, una libreta de ahorros quemada...  En la granja junto a la casa se descubrió un área donde la tierra parecía haber sido removida hacía poco: era una zanja donde se encontraron los cuerpos de la viuda Eicher, los de sus hijos y el de la enamorada Dorothy Lemke.  La autopsia mostró resultados claros: la viuda y sus hijas habían sido estranguladas, el hijo había muerto por un golpe en la cabeza con un objeto contundente, probablemente un martillazo.  Los restos de Lemke presentaban una causa clara: el cuerpo tenía una correa alrededor del cuello con la que había sido estrangulada.  En el portamaletas del coche de Drenth/Powers/Pierson/Weaver se hallaron un montón de cartas para ser enviadas con la misma intención: seducir, quitar dinero y asesinar, una vez conseguido el botín.  Podía citarse con sus víctimas en cualquier estado, en cualquier ciudad, al final terminaban en la tranquila Quiet Dell donde encontraban la muerte.
Herman Drenth fue detenido a la espera de ser enjuiciado.  Era el mes de septiembre de 1931 y el proceso para el juicio se tuvo que acelerar tras el incidente provocado por un grupo de ciudadanos que se acercaron donde se encontraba encarcelado con la única intención de lincharlo.  Tras dispersarlos con gases lacrimógenos en cuestión de horas, Drenth fue trasladado bajo fuertes medidas de seguridad  hasta la Penitenciaría del Estado en Moundsville, Virginia Occidental.  Puestos a investigar la policía descubrió que había sido encarcelado con su nombre y apellido de nacimiento entre 1921 y 1922 acusado de robo en Barron, Wisconsin.  Fue sospechoso de estar involucrado en la desaparición, en 1928, de Dudley C. Wade, un vendedor ambulante de alfombras con el que había trabajado; también fue sospechoso del asesinato no resuelto de Jane Doe en Morris, Illinois.
En diciembre comenzó el juicio que duró cinco días y que se resolvió con la condena a muerte del acusado.  Fue ahorcado el 18 de marzo de 1932.
Hasta aquí los hechos reales que Davis Grubb utilizó como columna vertebral de su narración La noche del cazador, una novela tensa donde el Mal persevera con paciencia para conseguir sus fines.
La historia comienza con Ben Harper, dependiente de una ferretería en Moundsville, ciudad a orillas del río Ohio, que decide atracar el banco local.  Tras un tiroteo que deja un par de víctimas y a Harper herido, consiguen acorralarlo en su casa.  Es detenido y condenado a muerte.  Estando en prisión coincide en la misma celda con un personaje, Harry Powell, conocido con el apodo de el Predicador por ejercer como tal.  En las conversaciones forzadas por las circunstancias, Harper le confiesa haber escondido el dinero en un sitio que tan sólo conocen sus hijos.  El Predicador, con vehemencia, intenta sonsacarle información sobre el lugar pero no lo consigue.  Harper es condenado a muerte y cuando Powell sale de prisión tras cumplir condena por el simple robo de un vehículo decide visitar a la viuda de Harper, junto al río Ohio.
Grubb levanta una arquitectura alrededor del punto de arranque que es la historia real de los sucesos siniestros conocidos y deja fluir la existencia de una serie de personajes: Willa Harper, viuda de Ben Harper, que se ve en la necesidad de buscar trabajo una vez se ha quedado viuda y madre de dos hijos: John y Pearl Harper.  Encuentra ocupación en la heladería que regentan Walt y Icey Spoon, un matrimonio amigo de los Harper.  Ella, Icey, una sexagenaria pragmática y religiosa, intenta convencer a Willa de que rehaga su vida y busque un marido no sólo como compañía sino como figura paternal para los dos niños.  De los dos, John, mayor que Pearl, visita furtivamente al Tío Birdie, un anciano que vive en una barcaza, en el río, con el que habla de su padre y de la barca que tenía.  Tío Birdie le tiene prometido arreglarla para que pueda navegar por el río.
Por último está Rachel Cooper, una mujer mayor, viuda desde hace cuarenta años, propietaria de una granja donde recoge niños huérfanos o abandonados en quienes vuelca todo su empeño y amor en criar y encaminarlos con rectitud por el sendero de la Vida.
Con esta galería de personajes aparece en la ciudad el Predicador, pertrechado de una elocuencia envolvente, cautivadora, teologizada, encantos que esconden sus verdaderas intenciones: hacerse con el botín del robo que perpetró Ben Harper, descubrir dónde está escondido.  Contraerá matrimonio con la viuda Willa Harper e iniciará un interrogatorio abrasivo a los niños que se va a caracterizar por una paciencia infinita, calmada, aunque los nervios le traicionen y haya ocasiones en que su moderación se vea derrumbada por la impaciencia, recurriendo al insulto y a los malos modales que le traicionan y dejen entrever las verdaderas intenciones.  Es la cuerda tensa que recorre el grueso de la narración, descubrir dónde se esconde el botín de aquel robo.  Recibe señales, indicios, pero todo es falso.  El dinero puede estar en el fondo del río, debajo de una loseta en el sótano de la casa, en el tronco de un árbol...pero en realidad está más cerca de lo que puede imaginar.
La lectura de La noche del cazador es envolvente y seduce desde el comienzo.  Hubo un lector excepcional que, cuando se editó la obra, se quedó fascinado por lo que cuenta y cómo lo cuenta.  Ese lector fue el gran actor y director de cine Charles Laughton.




Charles Laughton
(1899-1962)


 
El talento de Laughton como actor queda recogido en una nómina amplia de películas de todos los géneros de las que, probablemente, resalte en la memoria su interpretación del papel de abogado en Testigo de cargo de Billy Wilder del año 1957.  Como director de Cine se estrenó entre los años 1953 y 1955, fechas en las que se gestó la idea de adaptar la obra de Grubb a la gran pantalla.  Lo primero, obviamente, era construir el guion y para eso Laughton buscó y encontró la colaboración de un hombre de la talla de James Agee.


James Agee (1909-1955) fue un escritor norteamericano que trabajó como crítico cinematográfico para las revistas Time y The Nation.  Poeta, autor de una narrativa de impresionante calidad, ensayista y reportero periodístico, Agee había participado como guionista en películas como La reina de África dirigida por John Huston en 1951, basada en la novela homónima de C.S. Forester.  Leyó La noche del cazador y contactó con Grubb con quien comentó una serie de aspectos de su obra.  El resultado final del guión llevó la firma de Agee con interpolaciones del mismísimo Laughton.
Ya estaba montada la historia, ahora quedaba el casting de actores y actrices.





Para el papel de Ben Harper, el padre de familia desesperado que asalta un banco y se enfrenta a la policía, el actor Peter Graves.






















El personaje de la viuda de Harper, Willa, se adjudicó a Shelley Winters.














Los hijos de Ben y Willa Harper, John y Pearl, son interpretados por Billy Chapin y Sally Jane Bruce.











































El papel de Rachel Cooper, la granjera benefactora que recoge a niños perdidos o abandonados, está encarnado por una dama del Cine Mudo, Lillian Gish.



 

Para el personaje de la encarnación del Mal, el Predicador, se llamó directamente, sin pruebas ni casting alguno, a Gary CooperCooper leyó el guión y...bueno, no le sedujo la idea de encarnar un personaje tan zafio y miserable como el del Predicador.
Le dieron vueltas al asunto y vieron que sin remedio había que convocar una sesión de pruebas para encontrar a un posible candidato.  Laughton llegó cansado y aburrido con los imponderables que florecen a la hora de organizar el rodaje de una película.  Los candidatos charlaban animadamente entre ellos.  El actor convertido en director pidió que le atendieran: Bueno -dijo, para introducir el perfil del personaje- Se trata de un diabólico pedazo de mierda...  Entre los corrillos de conversación hubo un hombre que tiró el cigarrillo que fumaba, lo aplastó con el pie y exclamó: ¡Aquí estoy!  Tenía un hoyuelo en la barbilla, característica que tenía otro grande de Hollywood, Kirk Douglas.  Pero no era Espartaco, se trataba de Robert Mitchum, que aceptó el papel nada más conocer al completo la historia y fue elegido antes de que acabara de leer el guion.



Robert Mitchum (1917-1997)




El resultado final de la adaptación cinematográfica de la novela La noche del cazador de Davis Grubb que hizo el equipo capitaneado por Charles Laughton fue lo que es y sigue siendo: una muestra excepcional de Cine.
Soy enemigo acérrimo de la adaptación a la gran pantalla de obras literarias, prefiero siempre un guion original escrito específicamente para el Cine antes que una historia que "viene de".  La lista de abominaciones perpetradas contra la literatura es demasiado larga, y los casos en los que el "estar basado", la "adaptación según la novela", han dado como resultado un enriquecimiento de la literatura son menos, pero certeros, ciertos.  Tanto en un caso como en otro se me ocurren muchísimos ejemplos, pero no se trata ahora de despotricar sobre la arrogancia de fracasos ni tampoco de poner ejemplos "buenos" sobre quién y cómo lo han logrado.  Me quedo con los protagonistas de la entrada de hoy en el blog y con los resultados finales del caso.
Aquí en España lo primero que conocimos fue la cinta, la película, el libro llegó mucho después.



La novela La noche del cazador se publicó por primera vez (que yo sepa) el 1 de abril del año 2000 en la editorial Anagrama, con traducción de Juan Antonio Molina Foix.  La media indica que cualquier posible lector/ra de la obra ya había visto previamente la cinta de Laughton, por lo que puede asegurar que la fidelidad al espíritu literario es completa.  Y cuando revise la película podrá asegurar que es uno de esos casos en los que la imagen y el sonido enriquecen, y de qué manera, la palabra escrita.


Laughton trabajó codo con codo con Agee, el guionista.  Incluso Grubb estuvo presente en alguna de las reuniones aportando matices e ideas.  La adaptación no se salta nada de la narración, tampoco sustituye unas circunstancias por otras, cuenta en imágenes a lo largo de hora y media la historia que se levanta en el libro, ¿resumida?, no, tampoco extendida, sencillamente resuelta con una plasticidad extraordinaria.  El guion que adapta Agee sigue en todo momento la línea narrativa de la novela, resolviendo situaciones que, literariamente, necesitan la voz del narrador omnisciente, y que al pasarlo a imagen no utiliza en ningún momento un recurso tan poco cinematográfico como la voz en off que sería esa voz en tercera persona que narra los hechos.  En la película, y aquí está el gran logro, esa voz es cambiada necesariamente por el instrumento cinematográfico por excelencia: la cámara, cuyo ojo va a ir guiando, levantando una arquitectura de imágenes a través de los fotogramas, la foto, que en esta ocasión está coordinada por un maestro en la materia, Stanley Cortez.  Este director de fotografía es el responsable de trabajos como El cuarto mandamiento dirigida por Orson Welles en 1942, Las tres caras de Eva de Nunally Johnson de 1957 o Corredor sin retorno de 1963 dirigida por Samuel Fuller.



Stanley Cortez
(1908-1997)


La forma que tiene Agee de condensar en el guión lo que cuenta la palabra de la narración es espléndida.  Y eso, sumado a la condensación de imágenes, dan como resultado una extraordinaria re-creación de la obra literaria, enriqueciéndola.  En la novela, el asesinato de una mujer (no digo ni quién ni cuándo, por si no has visto la película o leído el libro) concluye con la acción de hacer desaparecer el cadáver, acomodado en un coche, en el asiento del copiloto y hundiendo el auto en el río.  Será el personaje del Tío Birdie, que vive en una barcaza, el que,  pescando una noche en el río, le parezca ver algo en el fondo.  En la obra literaria sabemos que intuye algo atroz que le empuja a esconderse tras la botella de whisky que trasiega constantemente, hasta quedarse dormido.  En la película, la cámara, ojo omnisciente, baja al fondo del río y nos muestra esto:




El poder onírico de esa imagen es sobrecogedor.
La narración, como he dicho más arriba, es tensa.  El gran grueso de la historia se centra en la persecución de los dos niños por parte del Predicador, un hombre de Dios que lleva tatuadas en las falanges de los dedos de sus manos las palabras AMOR (LOVE) y ODIO (HATE).




Dos principios que luchan entre ellos y para ilustrar la batalla retuerce las manos entrelazadas.





Se puede hablar de una historia de perfil gótico, casi un cuento fantasmagórico sobre la presencia del Mal en una ciudad pequeña donde nunca pasa nada en especial.  La cinta, rodada en blanco y negro intencionadamente, resalta los miedos infantiles a través de una pinacoteca de imágenes que sugieren una cosa, siendo otras: los niños ven un objeto del que guardan una imagen perceptiva, imagen que se verá reconstruida en la representación mnémica y, así, por la noche, un perchero con una gabardina colgada puede volverse cualquier cosa que su imaginación les haga ver.  Esos juegos de luces y sombras, claros y oscuros, van añadiendo inquietud: nunca se sabe dónde puede estar escondido el Predicador y menos lo saben los dos niños, que huirán en una barca por el río, en un viaje de cuento de hadas gótico donde los insectos, las ranas que cantan a la luz de la luna, añaden un espectro de misterio que no de terror al desarrollo de la historia que se va desgranando en la pantalla.  Al final, como en todo cuento de hadas, en medio de la oscuridad una luz en una casa, la de Rachel Cooper, la granjera benefactora que recoge a niños perdidos o abandonados, les mostrará a los niños una meta que los pone a salvo.  Momentáneamente.



          

La película La noche del cazador no tuvo buena acogida cuando se estrenó, tanto es así que Laughton no volvió a dirigir nada en el Cine, tan solo continuó como actor y como director de Teatro.  No fue su única película como realizador, cierto, en 1949 se estrenó El hombre de la Torre Eiffel con él como protagonista, y aunque la dirección recayó plenamente sobre Bugess Meredith, Laughton dirigió partes de la cinta.  Pero esto es a título anecdótico ya que como realizador, plenamente, sólo hizo la adaptación de la novela de Grubb.





En el año 2010 se estrenó una película documental sobre la figura del asesino en serie Herman Drenth, la figura real de la que surge el personaje de ficción tanto literario como cinematográfico.  El documental se titula Romeo Must Hang, está dirigido por Bob Wilkinson que escribe el guion a medias con Robert Tinnell.  No sé si se ha estrenado en nuestro país.



 

También se ha hecho una adaptación musical de la novela de Grubb con el escritor Stephen Cole como libretista y Claibe Richardson, compositor, encargado de la partitura.  El disco con la música de la obra se publicó en 1998 y el musical se estrenó el 24 de septiembre del año 2004 en la sala Willow's Theatre de Concord, California.  Qué cosas, tú.  


Si no has visto la película ni has leído el libro puedes empezar por el orden que se te apetezca porque tanto la lectura de la novela como la visión de la película se complementan, y ambas valen la pena.  Con creces. 



Davis Grubb
 (1919-1980)