miércoles, 21 de noviembre de 2018

Fernando Mansilla





Fernando Mansilla


Supe de la existencia de Fernando Mansilla una noche de junio del año 2017, cuando lo ví y escuché en la actuación en vivo que realizó en la Sala Fun Club de Sevilla.  Fue uno de los artistas que se reunieron sobre el escenario para celebrar la entrega de la Medalla de Oro de la Ciudad a Pepe Benavides, fundador y alma del Fun Club sevillano.  Lo confieso: no conocía la obra de Fernando Mansilla, ni como músico ni como escritor.  Hasta ese momento había sido como esos detalles de algunas calles por las que estás acostumbrado a pasar, calles y casas percibidas pero no vistas, hasta que un día se te aparecen como si no las hubieras visto nunca.  Mansilla está ahí desde hace años, en concreto desde 1956, cuando nació en Barcelona.  Está ahí, en medio de la Vida, creando ya sea música, teatro, poesía, narrativa breve o larga, haciendo cosas.  Y a mi se me había pasado.  Pero como dice el refrán, Nunca es tarde si la dicha es buena.
Fue mi amigo el periodista Blas Fernández el que me habló, aquella noche, de la novela de Fernando Mansilla titulada Canijo.  Que la leyera, me recomendó, que si no la encontraba él mismo me prestaba su ejemplar.  Como soy muy pragmático en el tema de las recomendaciones, cuando alguien cercano me aconseja algo no dudo ni un momento, voy y lo busco, y no paro hasta encontrarlo.  A la mañana siguiente estaba encargando la novela Canijo, que viene hoy a ocupar por méritos propios la recomendación de lectura que hemos escogido para la ocasión.





Canijo se edita en el mes de junio del año 2013 por la editorial El Rancho y después ve la luz una segunda edición, en el mismo sello editorial, en diciembre del año 2016, tal y como se puede apreciar en la foto anterior.  ¿De qué va Canijo?  La novela, narrada en primera persona, cuenta un abanico de circunstancias enclavadas en la Sevilla de los años 80, cuando el demonio de la heroína comienza a horadar venas y voluntades rotas en la capital hispalense.  La historia la estructura Mansilla en el barrio del Pumarejo, con las familias que movían el negocio del caballo al por menor.  No es necesario ni imprescindible ser de Sevilla para poder disfrutar de la narración.  Es lógico que, para los que vivimos en la ciudad, nos resulten tan familiares los nombres de calles y barrios, que nos sea fácil trazar un seguimiento imaginario por el mapa que se va desplegando a medida que la acción se va desliando, como una serpentina en una fiesta siniestra.  Por lo demás, Canijo habla de un tema que puede variar según los decorados, pero con unas constantes y denominador común para muchas personas.  Mansilla no estigmatiza, no entabla una dualidad bueno/malo, bien hecho/mal hecho con respecto a sus personajes, a la actuación concreta ante situaciones, a lo que cada uno escoge..., Mansilla, sencillamente, despliega un fragmento de Vida de una serie de personajes que luchan por la supervivencia, héroes de la calle que huyen de la agonía acercándose a lo cotidiano, sin que ni siquiera el amor los redima.  Y también habla de los Villanos, esos vampiros que se aprovechan de la debilidad de otro para subsistir.  Canijo es una novela escrita sin tapujos, cuenta con crudeza un fragmento de la realidad, con tensión, enredando un nudo en el estómago.  Recuerdo que cuando la leí sentía un encogimiento, una sensación visceral que, en ocasiones, me hacía contraer el entrecejo, como quien lee algo intenso a lo que no da crédito, sabiendo que es ficción, sí, pero que todo eso que se cuenta en la novela, es verdad.  Con otros nombres, con otras caras, pero verdad, una verdad desnuda delineada con frases claras y transparentes que recogen emociones y sentimientos sin alharaca.  Una cosa sí me choca de la obra: hay figuras, personajes, que el autor presenta cuando aparecen por primera vez y esa presentación la vuelve a repetir, con otras palabras, pero repetición en definitiva, cuando aparecen más tarde.  No es necesario que se le recuerde al lector algo que ya sabe porque la mano que ha escrito la historia ya se lo ha comentado anteriormente.  Esto va en contra de la fluidez de la narración que hace que lo que se cuenta se vuelva, por unos instantes, moroso, ¡ojo! que no morboso.  Es curioso porque parece más un fallo de corrección a la hora de finalizar, una especie de gazapo que se ha colado sin querer, más que un mal endémico del estilo o de la estructura de la obra.  Es el único pero que le pongo a Canijo, porque, en conjunto, es un libro que merece la pena que lo leas.  Mucho.  Insisto: mucho.







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