lunes, 26 de octubre de 2020

Davis Grubb




Davis Grubb (1919-1980)




Hacía tiempo que no teníamos una entrada dedicada a la literatura en este blog y en esta ocasión vuelve con formato binomio: libro más adaptación cinematográfica.  La madre del cordero, el origen, fue una novela, La noche del cazador, la versión para Cine vendría después, así que vamos a comenzar por el principio aunque supiéramos de la existencia de dicha obra por la película homónima ya que la traducción tardó años en aparecer en España.
Todo empieza el 23 de julio de 1919 en una localidad norteamericana, Moundsville, ubicada en el estado de Virginia Occidental.  En esa fecha se produjeron una serie de nacimientos entre los que se encontraba el de Davis Grubb.
Grubb desarrolló una serie de habilidades creativas: pintura y una inclinación especial por la literatura traducida en entusiasmo y diversidad en los ejercicios de redacción que le ponían como tarea en el colegio.  Disfrutaba escribiendo historias cortas al mismo tiempo que ensayaba la pintura, matriculándose en el Instituto Tecnológico de Pittsburgh, pero su daltonismo le supuso una discapacidad que no supo sublimar.  Se dio por vencido y fue entonces cuando toda esa energía creativa la reconvirtió en palabras y se reinventó, escogiendo el camino de la escritura.
Año 1940, Grubb se traslada a Nueva York y encuentra trabajo en la cadena de radio NBC ejerciendo de escritor para el contenido de una serie de programas.  El tiempo libre que le queda lo dedica a redactar cuentos en los que, a veces, incluye ilustraciones realizadas por él mismo en un ejercicio de expresividad cercana a la del autor austríaco de origen checo Alfred Kubin (1877-1959), que escribía porque no podía dibujar y dibujaba cuando no podía escribir.  Su novela Al otro lado está repleta de esos dibujos con los que Kubin ilustraba sus narraciones.  Ésta en concreto sería un antecedente para Franz Kafka cuando concibió El castillo.
Volviendo a nuestro protagonista de hoy, Grubb publicó por primera vez en 1944, se trató de un cuento titulado The Lollipop Tree que tuvo éxito en su recepción por parte de la crítica y de los lectores.  Le supuso la apertura de puertas para que una serie de revistas le solicitaran su colaboración como autor de historias cortas y a principios de la década de los años 50 comenzó a redactar lo que sería su primera novela: La noche del cazador.
La obra se editó en 1953 y estuvo nominada como finalista en los National Book Awards de 1955.  Ese mismo año, 1955, se estrenaba la adaptación cinematográfica de la obra, dirigida por Charles Laughton.  Como la cinta recoge con fidelidad el argumento y el espíritu de la novela, al hablar de la película vamos a hablar implícitamente del contenido literario y así trazamos un bucle, una trenza explicativa del contenido (o por lo menos voy a intentarlo) de ambas.
La historia que nos cuenta Grubb en su novela está basada en hechos reales: Herman Drenth, conocido como Harry F. Powers y también Cornelio O. Pierson, había nacido en los Países Bajos en 1893.  En 1910 él y su familia emigraron a Estados Unidos viviendo primero en Cedar Rapids, Iowa, para posteriormente trasladarse hasta el estado de Virginia Occidental, asentándose en la localidad de Moundsville (de donde era Grubb).  Contrajo matrimonio después de conocer a la que sería su esposa, Luella Strother, contactando con ella a través de la sección de Corazones Solitarios de un periódico.  A pesar de estar casado, Drenth siguió haciendo uso de ese apartado en los diarios.  Su mujer se quedó al frente de la tienda de comestibles y de la granja mientras su marido recibía diariamente unas 20 cartas de mujeres que respondían encantadas a los latidos solitarios del corazón de Cornelio.  Utilizando este alias comenzó a mantener correspondencia con Asta Eicher, una viuda con tres hijos que residía en Illinois.  Cornelio visitó a la familia que se quedó encantada con la amabilidad, elocuencia y caballerosidad de aquel hombre que les prometió ir de viaje a Europa, para lo que necesitarían dinero, dinero que saldría de la cuenta de ahorro que la viuda Eicher tenía en el banco.  Un día se descubrió que la familia había desaparecido y los vecinos recibieron una carta breve de parte de Cornelio asegurando que se encontraban todos camino del viejo continente.  No se supo más ni de la viuda ni de sus tres hijos.



Herman Drenth
 (1892-1932)


Poco tiempo después, Herman Drenth, alias Harry F. Powersalias Cornelio O. Pierson o A.R. Weaver, contacta con Dorothy Pressler Lemke, de Massachusetts, que también estaba buscando el amor a través de anuncios de corazones solitarios.  La convenció para que se vieran en Iowa y así contraer matrimonio.  De camino también la sedujo para que retirara 4.000 $ de su cuenta bancaria cosa que hizo como fiel enamorada.  De lo que no se dio cuenta Dorothy al llegar a Iowa fue que  en vez de enviar sus baúles a dicha ciudad donde él le aseguraba que vivía, Cornelio los había facturado a Fairmont, Virginia Occidental, donde en realidad estaba asentado.  Asta Eicher y sus hijos y Dorothy Pressler Lemke desaparecieron sin dejar rastros de su existencia.
El canto persistente de las cigarras aseveraban el calor del mes de agosto del año 1931.  La policía había recibido una denuncia de los vecinos de la viuda Eicher asegurando que había algo extraño en el hecho de que ni ella ni sus hijos habían dado señales de vida desde hacía demasiado tiempo.  Los agentes de la Ley descubrieron en el sótano de la casa de la viuda una serie de cartas de amor firmadas por Cornelio O. Pierson y una dirección en el remite, dirección que les llevó hasta Harry F. Powers, en la localidad de Quiet Dell, donde seguía viviendo con ese alias en compañía de su esposa, Luella Strother.  No, él no estaba, se encontraba en viaje de negocios.  Con la pertinente orden de registro entraron en la casa y en el garaje, bajo el suelo, encontraron una construcción semejante a un zulo donde estaban escondidas ropa con manchas de sangre, restos de pelo humano, una libreta de ahorros quemada...  En la granja junto a la casa se descubrió un área donde la tierra parecía haber sido removida hacía poco: era una zanja donde se encontraron los cuerpos de la viuda Eicher, los de sus hijos y el de la enamorada Dorothy Lemke.  La autopsia mostró resultados claros: la viuda y sus hijas habían sido estranguladas, el hijo había muerto por un golpe en la cabeza con un objeto contundente, probablemente un martillazo.  Los restos de Lemke presentaban una causa clara: el cuerpo tenía una correa alrededor del cuello con la que había sido estrangulada.  En el portamaletas del coche de Drenth/Powers/Pierson/Weaver se hallaron un montón de cartas para ser enviadas con la misma intención: seducir, quitar dinero y asesinar, una vez conseguido el botín.  Podía citarse con sus víctimas en cualquier estado, en cualquier ciudad, al final terminaban en la tranquila Quiet Dell donde encontraban la muerte.
Herman Drenth fue detenido a la espera de ser enjuiciado.  Era el mes de septiembre de 1931 y el proceso para el juicio se tuvo que acelerar tras el incidente provocado por un grupo de ciudadanos que se acercaron donde se encontraba encarcelado con la única intención de lincharlo.  Tras dispersarlos con gases lacrimógenos en cuestión de horas, Drenth fue trasladado bajo fuertes medidas de seguridad  hasta la Penitenciaría del Estado en Moundsville, Virginia Occidental.  Puestos a investigar la policía descubrió que había sido encarcelado con su nombre y apellido de nacimiento entre 1921 y 1922 acusado de robo en Barron, Wisconsin.  Fue sospechoso de estar involucrado en la desaparición, en 1928, de Dudley C. Wade, un vendedor ambulante de alfombras con el que había trabajado; también fue sospechoso del asesinato no resuelto de Jane Doe en Morris, Illinois.
En diciembre comenzó el juicio que duró cinco días y que se resolvió con la condena a muerte del acusado.  Fue ahorcado el 18 de marzo de 1932.
Hasta aquí los hechos reales que Davis Grubb utilizó como columna vertebral de su narración La noche del cazador, una novela tensa donde el Mal persevera con paciencia para conseguir sus fines.
La historia comienza con Ben Harper, dependiente de una ferretería en Moundsville, ciudad a orillas del río Ohio, que decide atracar el banco local.  Tras un tiroteo que deja un par de víctimas y a Harper herido, consiguen acorralarlo en su casa.  Es detenido y condenado a muerte.  Estando en prisión coincide en la misma celda con un personaje, Harry Powell, conocido con el apodo de el Predicador por ejercer como tal.  En las conversaciones forzadas por las circunstancias, Harper le confiesa haber escondido el dinero en un sitio que tan sólo conocen sus hijos.  El Predicador, con vehemencia, intenta sonsacarle información sobre el lugar pero no lo consigue.  Harper es condenado a muerte y cuando Powell sale de prisión tras cumplir condena por el simple robo de un vehículo decide visitar a la viuda de Harper, junto al río Ohio.
Grubb levanta una arquitectura alrededor del punto de arranque que es la historia real de los sucesos siniestros conocidos y deja fluir la existencia de una serie de personajes: Willa Harper, viuda de Ben Harper, que se ve en la necesidad de buscar trabajo una vez se ha quedado viuda y madre de dos hijos: John y Pearl Harper.  Encuentra ocupación en la heladería que regentan Walt y Icey Spoon, un matrimonio amigo de los Harper.  Ella, Icey, una sexagenaria pragmática y religiosa, intenta convencer a Willa de que rehaga su vida y busque un marido no sólo como compañía sino como figura paternal para los dos niños.  De los dos, John, mayor que Pearl, visita furtivamente al Tío Birdie, un anciano que vive en una barcaza, en el río, con el que habla de su padre y de la barca que tenía.  Tío Birdie le tiene prometido arreglarla para que pueda navegar por el río.
Por último está Rachel Cooper, una mujer mayor, viuda desde hace cuarenta años, propietaria de una granja donde recoge niños huérfanos o abandonados en quienes vuelca todo su empeño y amor en criar y encaminarlos con rectitud por el sendero de la Vida.
Con esta galería de personajes aparece en la ciudad el Predicador, pertrechado de una elocuencia envolvente, cautivadora, teologizada, encantos que esconden sus verdaderas intenciones: hacerse con el botín del robo que perpetró Ben Harper, descubrir dónde está escondido.  Contraerá matrimonio con la viuda Willa Harper e iniciará un interrogatorio abrasivo a los niños que se va a caracterizar por una paciencia infinita, calmada, aunque los nervios le traicionen y haya ocasiones en que su moderación se vea derrumbada por la impaciencia, recurriendo al insulto y a los malos modales que le traicionan y dejen entrever las verdaderas intenciones.  Es la cuerda tensa que recorre el grueso de la narración, descubrir dónde se esconde el botín de aquel robo.  Recibe señales, indicios, pero todo es falso.  El dinero puede estar en el fondo del río, debajo de una loseta en el sótano de la casa, en el tronco de un árbol...pero en realidad está más cerca de lo que puede imaginar.
La lectura de La noche del cazador es envolvente y seduce desde el comienzo.  Hubo un lector excepcional que, cuando se editó la obra, se quedó fascinado por lo que cuenta y cómo lo cuenta.  Ese lector fue el gran actor y director de cine Charles Laughton.




Charles Laughton
(1899-1962)


 
El talento de Laughton como actor queda recogido en una nómina amplia de películas de todos los géneros de las que, probablemente, resalte en la memoria su interpretación del papel de abogado en Testigo de cargo de Billy Wilder del año 1957.  Como director de Cine se estrenó entre los años 1953 y 1955, fechas en las que se gestó la idea de adaptar la obra de Grubb a la gran pantalla.  Lo primero, obviamente, era construir el guion y para eso Laughton buscó y encontró la colaboración de un hombre de la talla de James Agee.


James Agee (1909-1955) fue un escritor norteamericano que trabajó como crítico cinematográfico para las revistas Time y The Nation.  Poeta, autor de una narrativa de impresionante calidad, ensayista y reportero periodístico, Agee había participado como guionista en películas como La reina de África dirigida por John Huston en 1951, basada en la novela homónima de C.S. Forester.  Leyó La noche del cazador y contactó con Grubb con quien comentó una serie de aspectos de su obra.  El resultado final del guión llevó la firma de Agee con interpolaciones del mismísimo Laughton.
Ya estaba montada la historia, ahora quedaba el casting de actores y actrices.





Para el papel de Ben Harper, el padre de familia desesperado que asalta un banco y se enfrenta a la policía, el actor Peter Graves.






















El personaje de la viuda de Harper, Willa, se adjudicó a Shelley Winters.














Los hijos de Ben y Willa Harper, John y Pearl, son interpretados por Billy Chapin y Sally Jane Bruce.











































El papel de Rachel Cooper, la granjera benefactora que recoge a niños perdidos o abandonados, está encarnado por una dama del Cine Mudo, Lillian Gish.



 

Para el personaje de la encarnación del Mal, el Predicador, se llamó directamente, sin pruebas ni casting alguno, a Gary CooperCooper leyó el guión y...bueno, no le sedujo la idea de encarnar un personaje tan zafio y miserable como el del Predicador.
Le dieron vueltas al asunto y vieron que sin remedio había que convocar una sesión de pruebas para encontrar a un posible candidato.  Laughton llegó cansado y aburrido con los imponderables que florecen a la hora de organizar el rodaje de una película.  Los candidatos charlaban animadamente entre ellos.  El actor convertido en director pidió que le atendieran: Bueno -dijo, para introducir el perfil del personaje- Se trata de un diabólico pedazo de mierda...  Entre los corrillos de conversación hubo un hombre que tiró el cigarrillo que fumaba, lo aplastó con el pie y exclamó: ¡Aquí estoy!  Tenía un hoyuelo en la barbilla, característica que tenía otro grande de Hollywood, Kirk Douglas.  Pero no era Espartaco, se trataba de Robert Mitchum, que aceptó el papel nada más conocer al completo la historia y fue elegido antes de que acabara de leer el guion.



Robert Mitchum (1917-1997)




El resultado final de la adaptación cinematográfica de la novela La noche del cazador de Davis Grubb que hizo el equipo capitaneado por Charles Laughton fue lo que es y sigue siendo: una muestra excepcional de Cine.
Soy enemigo acérrimo de la adaptación a la gran pantalla de obras literarias, prefiero siempre un guion original escrito específicamente para el Cine antes que una historia que "viene de".  La lista de abominaciones perpetradas contra la literatura es demasiado larga, y los casos en los que el "estar basado", la "adaptación según la novela", han dado como resultado un enriquecimiento de la literatura son menos, pero certeros, ciertos.  Tanto en un caso como en otro se me ocurren muchísimos ejemplos, pero no se trata ahora de despotricar sobre la arrogancia de fracasos ni tampoco de poner ejemplos "buenos" sobre quién y cómo lo han logrado.  Me quedo con los protagonistas de la entrada de hoy en el blog y con los resultados finales del caso.
Aquí en España lo primero que conocimos fue la cinta, la película, el libro llegó mucho después.



La novela La noche del cazador se publicó por primera vez (que yo sepa) el 1 de abril del año 2000 en la editorial Anagrama, con traducción de Juan Antonio Molina Foix.  La media indica que cualquier posible lector/ra de la obra ya había visto previamente la cinta de Laughton, por lo que puede asegurar que la fidelidad al espíritu literario es completa.  Y cuando revise la película podrá asegurar que es uno de esos casos en los que la imagen y el sonido enriquecen, y de qué manera, la palabra escrita.


Laughton trabajó codo con codo con Agee, el guionista.  Incluso Grubb estuvo presente en alguna de las reuniones aportando matices e ideas.  La adaptación no se salta nada de la narración, tampoco sustituye unas circunstancias por otras, cuenta en imágenes a lo largo de hora y media la historia que se levanta en el libro, ¿resumida?, no, tampoco extendida, sencillamente resuelta con una plasticidad extraordinaria.  El guion que adapta Agee sigue en todo momento la línea narrativa de la novela, resolviendo situaciones que, literariamente, necesitan la voz del narrador omnisciente, y que al pasarlo a imagen no utiliza en ningún momento un recurso tan poco cinematográfico como la voz en off que sería esa voz en tercera persona que narra los hechos.  En la película, y aquí está el gran logro, esa voz es cambiada necesariamente por el instrumento cinematográfico por excelencia: la cámara, cuyo ojo va a ir guiando, levantando una arquitectura de imágenes a través de los fotogramas, la foto, que en esta ocasión está coordinada por un maestro en la materia, Stanley Cortez.  Este director de fotografía es el responsable de trabajos como El cuarto mandamiento dirigida por Orson Welles en 1942, Las tres caras de Eva de Nunally Johnson de 1957 o Corredor sin retorno de 1963 dirigida por Samuel Fuller.



Stanley Cortez
(1908-1997)


La forma que tiene Agee de condensar en el guión lo que cuenta la palabra de la narración es espléndida.  Y eso, sumado a la condensación de imágenes, dan como resultado una extraordinaria re-creación de la obra literaria, enriqueciéndola.  En la novela, el asesinato de una mujer (no digo ni quién ni cuándo, por si no has visto la película o leído el libro) concluye con la acción de hacer desaparecer el cadáver, acomodado en un coche, en el asiento del copiloto y hundiendo el auto en el río.  Será el personaje del Tío Birdie, que vive en una barcaza, el que,  pescando una noche en el río, le parezca ver algo en el fondo.  En la obra literaria sabemos que intuye algo atroz que le empuja a esconderse tras la botella de whisky que trasiega constantemente, hasta quedarse dormido.  En la película, la cámara, ojo omnisciente, baja al fondo del río y nos muestra esto:




El poder onírico de esa imagen es sobrecogedor.
La narración, como he dicho más arriba, es tensa.  El gran grueso de la historia se centra en la persecución de los dos niños por parte del Predicador, un hombre de Dios que lleva tatuadas en las falanges de los dedos de sus manos las palabras AMOR (LOVE) y ODIO (HATE).




Dos principios que luchan entre ellos y para ilustrar la batalla retuerce las manos entrelazadas.





Se puede hablar de una historia de perfil gótico, casi un cuento fantasmagórico sobre la presencia del Mal en una ciudad pequeña donde nunca pasa nada en especial.  La cinta, rodada en blanco y negro intencionadamente, resalta los miedos infantiles a través de una pinacoteca de imágenes que sugieren una cosa, siendo otras: los niños ven un objeto del que guardan una imagen perceptiva, imagen que se verá reconstruida en la representación mnémica y, así, por la noche, un perchero con una gabardina colgada puede volverse cualquier cosa que su imaginación les haga ver.  Esos juegos de luces y sombras, claros y oscuros, van añadiendo inquietud: nunca se sabe dónde puede estar escondido el Predicador y menos lo saben los dos niños, que huirán en una barca por el río, en un viaje de cuento de hadas gótico donde los insectos, las ranas que cantan a la luz de la luna, añaden un espectro de misterio que no de terror al desarrollo de la historia que se va desgranando en la pantalla.  Al final, como en todo cuento de hadas, en medio de la oscuridad una luz en una casa, la de Rachel Cooper, la granjera benefactora que recoge a niños perdidos o abandonados, les mostrará a los niños una meta que los pone a salvo.  Momentáneamente.



          

La película La noche del cazador no tuvo buena acogida cuando se estrenó, tanto es así que Laughton no volvió a dirigir nada en el Cine, tan solo continuó como actor y como director de Teatro.  No fue su única película como realizador, cierto, en 1949 se estrenó El hombre de la Torre Eiffel con él como protagonista, y aunque la dirección recayó plenamente sobre Bugess Meredith, Laughton dirigió partes de la cinta.  Pero esto es a título anecdótico ya que como realizador, plenamente, sólo hizo la adaptación de la novela de Grubb.





En el año 2010 se estrenó una película documental sobre la figura del asesino en serie Herman Drenth, la figura real de la que surge el personaje de ficción tanto literario como cinematográfico.  El documental se titula Romeo Must Hang, está dirigido por Bob Wilkinson que escribe el guion a medias con Robert Tinnell.  No sé si se ha estrenado en nuestro país.



 

También se ha hecho una adaptación musical de la novela de Grubb con el escritor Stephen Cole como libretista y Claibe Richardson, compositor, encargado de la partitura.  El disco con la música de la obra se publicó en 1998 y el musical se estrenó el 24 de septiembre del año 2004 en la sala Willow's Theatre de Concord, California.  Qué cosas, tú.  


Si no has visto la película ni has leído el libro puedes empezar por el orden que se te apetezca porque tanto la lectura de la novela como la visión de la película se complementan, y ambas valen la pena.  Con creces. 



Davis Grubb
 (1919-1980)