miércoles, 18 de marzo de 2020

Giorgio Manganelli




Giorgio Manganelli
(1922-1990)


Supe de la existencia de Giorgio Manganelli allá por 1982, el mismo año en el que se publicaba por primera vez en España una obra suya.  Un fin de semana, no recuerdo si sábado o domingo, escuchando Radio 3 de R.N.E. (no recuerdo tampoco el nombre del programa ni quién lo realizaba), hicieron una propuesta: leerían el fragmento de un libro sin nombrar título y sin decir si era autor o autora, pero a la primera persona que llamara descubriendo a quién pertenecía el texto leído le regalaban el libro donde iba incluido.  No era necesario citar el nombre de la obra, sólo decir de quién era original.  No sé cuánto tardó en entrar la llamada de un oyente que  sabía de qué autor se trataba: el texto leído pertenecía a un escritor italiano, Giorgio Manganelli.  Fanfarria trompetera para resaltar el acierto porque, efectívamente, se trataba de él.  Enhorabuena y como lo prometido es deuda, en breve recibiría en su casa un ejemplar de Centuria: Cien breves novelas-río.



Traducción de Joaquín Jordá
Editorial Anagrama - 1982

Esta obra fue la primera que se tradujo al castellano y al alemán, después de haber recibido en 1979 el Premio Viareggio, que supuso la apertura de fronteras.  Después las traducciones se irían ampliando a otros países y en España se continuaría traduciendo y publicando  a este hombre nacido en Milán, el 15 de noviembre de 1922.  
Estudió letras en la Universidad de Pavía.  Fue lector de las más prestigiosas editoriales italianas como Mondadori, Einaudi, Adelphi, Garzanti, Feltrinelli.  Trabajó de forma continua en la prensa, publicando artículos donde desarrollaba sus conocimientos literarios.  Fue traductor indesmayable y a petición de Italo Calvino, amigo y mentor, tradujo a Edgar Allan Poe.  
Manganelli fue un hombre cervantino: además de leer mucho y escribir, viajó otro tanto, dejando unos espléndidos libros de viajes de sus visitas al norte de Europa y parte de Asia.
Este creador del lenguaje mostró el comienzo de su andadura allá por 1953, redactando críticas y semblanzas sobre escritores imaginarios.  Ese año, 1953, sería también la fecha de su asentamiento en Roma, ciudad en la que siguió viviendo hasta su muerte en 1990.  En la década de los años 60 pertenecería, en principio, a proyectos vanguardistas como Grupo 63 y al movimiento literario Neovanguardia, compartiendo tertulias con Umberto Eco.  Poco a poco fue apartándose de dichos movimientos, de las pautas programáticas de tipo experimental que defendían, y comenzó a desarrollar un estilo muy elaborado, personalmente paradójico, abstracto en muchas ocasiones pero extraordinariamente comprensible.  No es nada difícil leer a Manganelli.  El protagonista de sus obras de ficción es el lenguaje, desarrollado en una prosa barroca, atractiva, absorvente, que muestra a un escritor en pleno estado de gracia: la fluidez con la que narra parece que le sale espontáneamente, sin límites, y en realidad está extraordinariamente elaborada.  Es un escritor con una voz propia inconfundible.       
Su producción literaria, que comenzaría en 1964 con la edición de la obra Hilarotragoedia, es la primera muestra organizada de lo que va a ser el contenido de su arte literario: inclasificable.  Indefinible, porque su literatura se salta cualquier intento de hacer concretas las transcripciones del caos informe que surge del inconsciente para adoptar formas y maneras cambiantes.  Él definía sus escritos con la voz italiana trattarello, que recuperaba de un escritor italiano, Mario Bettini (1582-1657), astrónomo, matemático y filosofo jesuita que fue quien acuñó el término utilizado por escritores barrocos.
Así que el primer trattarello que conocimos de Manganelli en España fue Centuria: Cien breves novelas-río.  Son cien narraciones numeradas del 1 al 100 con una longitud equivalente: entre 42 y 47 líneas; una carilla y media de una hoja.  Son propuestas de un universo de hipótesis y variaciones en torno a cualquier cosa.  El escritor y crítico italiano Pietro Citati, uno de los más fieles admiradores de su paisano, junto a Roberto Calasso, dice de nuestro autor que
detestaba la línea continua, recta y vagaba, ribeteaba, seguía elipsis y laberintos, daba vueltas en círculo, tocaba de repente el inalcanzable centro, y de nuevo retrocedía una vez más, obedeciendo a instintos opuestos
Comenzar a leer a Manganelli sumergiéndose en la lectura de Centuria es una buena opción.  Será que mi experiencia arranca de ahí, del año 1982, de su cuarta obra publicada escrita en 1979 y premiada como ya se ha dicho con el Premio Viareggio, el caso es que es de todos los libros escritos por él el más accesible, el que maneja un lenguaje más transparente y directo, menos abstracto que en otras ocasiones.  Centuria es como un inmenso bestiario, y también, como él mismo definía algunos de sus escritos, un tratado de charloteos geométricos, galimatías pasionales, razonamientos irrazonables.


El segundo libro de su producción se publicó en 1972, A los dioses ulteriores, y vería la luz en España en 1985, editado de nuevo por Anagrama y de nuevo con traducción de Joaquín Jordá.  Seis capítulos diferenciados que dan como resultado una obra unitaria formada por elementos que parecen, a primera vista, no tener ningún punto en común: desde una serie de cartas enviadas entre Hamlet y la princesa de Clèves hasta un texto tan curioso como Discurso sobre la dificultad de comunicar con los muertos.





A y B data de 1975 y la traducción de Joaquín Jordá publicada por Anagrama lo hizo en 1986.
La obra recoge dieciséis diálogos entre dos voces: A y B.  Entre esos dieciséis diálogos hay doce entrevistas imposibles con personajes históricos como por ejemplo Tutankamon, Casanova, Nostradamus, Dickens, Marco Polo, Frégoli, Harum al-Raschid y Gaudí.





Del infierno sería una obra de edición póstuma.  De este libro se ha llegado a decir que está imbuido de una siniestra alianza entre retórica y metafísica.
Una de las constantes, por no decir la principal, de aquellos movimientos italianos (Grupo 63, Neovanguardia) en el mundo de la literatura era luchar por liberar a la literatura de ficción del yugo del realismo.  Aquí, en este texto encontrado sobre la mesa de trabajo de Manganelli, el protagonista habla desde el otro lado de la Vida, desde su opuesta, la Muerte, pero sin seguridad de que, en verdad, haya fallecido y esté sufriendo una metamorfosis alegórica y extraña.  Fue la cuarta obra que editaba Anagrama en nuestro país con la traducción, magnífica como es habitual, de Joaquín Jordá, en el año 1991.


Manganelli fallecía en 1990 y sobre su mesa de trabajo se descubrió que el autor dejaba un cúmulo de obras inéditas: tres novelas, relatos, libros de viajes, teatro, diarios, epistolarios, ensayos...  De esos textos que quedaron fuera del alcance de correcciones finales data La notte, editada en 1996 en ItaliaEn 1998, la editorial El Aleph publicaba La noche, traducida por Juan Carlos Gentile Vitale.  Y ahora viene la confusión porque Muchnik Editores también la tiene en su catálogo, con la misma traducción de Gentile Vitale (foto de la derecha).  No puedo aclarar más el asunto porque el libro lo tengo encargado, a la espera de que me llegue y descubrir qué edición es al final la que he conseguido.



La ciénaga definitiva es, de las obras que se encontraron en su gabinete de trabajo, uno de sus textos más acabados en lo que respecta a correcciones.  El manuscrito se hallaba en la fase precedente a la última revisión.  No tenía título y Ebe Flamini, amiga y compañera de Manganelli durante los últimos 30 años de vida del autor, se encargó de ordenar los textos y escoger, como nombre de la obra, una formulación que aparece en la primera frase del capítulo 3:
No es, ésta, una ciénaga, sino en cierto modo la ciénaga definitiva, un lugar donde, oigo que se me dice, ningún corregidor o verdugo osaría adentrarse...  Este es un libro que narra una historia cuya voz se articula desde el inconsciente.  Se publicó en Italia al año siguiente de la muerte del autor, 1991.  En España vio la luz en 2002 con traducción de Carlos Gumpert en la editorial Siruela que, junto con Anagrama, posee la mayoría de libros de Manganelli publicados en nuestra piel de toro.



Encomio del tirano tiene un curioso subtítulo: Escrito con la única finalidad de hacer dinero.  Es un juego irónico al que el autor le dio forma en los últimos meses de vida, meses de una actividad creativa indesmayable.  Lo firmó en 1990 y en España se publicaría en el año 2003 a través de la editorial Siruela, con traducción de Carlos Gumpert.
Cuando leí por primera vez Encomio del tirano, al llegar al final, volví de nuevo al principio.  Con el paso del tiempo volví de nuevo a sus páginas para darle una tercera lectura.  Lo tengo en la lista de libros que volveré a leer un día de estos.  Es, sencillamente, extraordinario.  El monólogo de un bufón ante su rey.  Pero es mucho, mucho más que eso.



La primera obra de narrativa de Giorgio Manganelli fue Hilarotragoedia, publicada en 1964, después de abandonar el seno de los colectivos literarios Grupo 63 y Neovanguardia con quienes nunca se llegó a sentir identificado plenamente.  
Con esa primera obra es cuando el autor recupera el concepto de trattarello acuñado por su admirado autor del barroco Mario Bettini.  
En Hilarotragoedia Manganelli monta un tratado grotesco sobre nuestro mundo, irreal e incognoscible, sobre su enmascaramiento incesante.  Esta fabula iracunda se publica, por fin, en nuestro país, en el año 2006 en la editorial Siruela con la traducción de Carlos Gumpert.  La edición es fiel al original ya que incluye la introducción que hizo en su día Italo Calvino.







Amor, creo necesario nombrarte, más exactamente pronunciar tu definición, tu cometido, puesto que de ti ignoro nombre y existencia.  Así pues, yo te nombro: un dedo fónico te señala en el centro de la noche.  No rememoro tiempos en que no fuera de noche, de manera que no he tenido jamás forma distinta para señalarte que no fuera este distraído y atento juego de una mano que no diviso.  Esto, a ti que no puedes escuchar, quisiera decirte: tengo que marcharme, al punto, en esta noche que en todo instante está igualmente lejos del alba y del ocaso; camino y hablo quedamente, rechina bajo mis pasos la madera del pórtico, escucho el fragor del bosque.  Bajo la luminiscencia de nubes bajas, de nieblas, intento escribir una carta que no irá a parar a ti jamás.
Solo un espíritu en estado de gracia puede expresarse así a través de la palabra.  Pero Amore, escrito en 1981, no es producto del azar espontáneo, es un texto trabajado con escuadra y cartabón.  Limado, amasado y vuelto a limar.  Es el resultado de un trabajo concienzudo, un relato visionario que tiene al Amor como protagonista.  
Que yo sepa, fue la última obra que Siruela publicó del autor, con traducción de Carlos Gumpert, como había sido habitual para este sello, en el año 2008.


Si es desconocida la obra narrativa de Manganelli, su labor como ensayista es doblemente ignorada.  En nuestro país, para saber cómo escribía un ensayo nuestro autor, hubo que esperar hasta el año 2014, cuando se publica La literatura como mentira, una colección de ensayos firmados entre los años 1954, 1958, 1962, 1964, 1965 y 1966 y 1967.  En este volumen recoge comentarios sobre otros libros o sobre autores (20 en total) que van desde Ronald Firbank a Thomas Love Peacock, pasando por Robert L. Stevenson, Ivy Compton-Burnett, Alejandro Dumas, H.P. Lovecraft, Samuel Beckett...y muchos más.  En esta recopilación de textos sobre otros textos, Manganelli tuvo a bien citar de forma profusa las obras fuente, dejándolas en su idioma original y traduciéndolas él mismo.  La edición de Editorial Dioptrías ha optado por transcribir lo que el mismo autor tradujo porque es una forma de respetar la forma en la que él leyó el original pasándolo después al italiano.  Por eso es muy buena esta edición de los ensayos manganellistas.  Dioptrías los publicó con traducción de Mariagiovanna Lauretta en el año 2014, como se ha indicado más arriba.


Samuel Johnson (1709-1784) es una de las figuras más relevantes de las letras inglesas.  Poeta, ensayista, biógrafo, lexicógrafo, poseía un estilo, una prosa inigualable.  Es considerado por muchos el mejor crítico de lengua inglesa y su nombre y apellido es tan citado como el de William Shakespeare.
Su vida y obra quedó ligada a su biografía, Vida de Samuel Johnson, escrita por su amigo James Boswell, que dejó lo que hasta hoy conocemos como el más notable ejemplo de arte biográfico.  Boswell necesitó de unos miles de páginas para construir su monumental biografía.  Manganelli no llega a las cien en esta semblanza que realiza del autor inglés, incluyendo retratos de los tres amigos principales de Johnson: el escritor Richard Savage (1697-1743), el ingenioso Topham Beauclerk y James Boswell.  Escrita en 1961, Vida de Samuel Johnson es una transcripción del manuscrito original que Manganelli creó con la idea de ser leída en un programa radiofónico de Radio 3 de la RAI (Radio Televisión Italiana).  Se publicó aquí en nuestro país en el año 2017 por Gatopardo Ediciones con traducción de Teresa Clavel.


Quedan por reseñar un par de obras de las que no puedo hablar porque no las he leído, las tengo en la lista de búsqueda y captura, encargadas y a la espera que me notifiquen que ya disponen de un ejemplar y las pueden enviar.  Uno de esos libros es un ensayo, un libro de viajes titulado Experimento con la India publicado por Ediciones Akal en el año 2015 pero del que desconozco quién lo tradujo; el otro, más cercano en el tiempo, está editado el año pasado, 2019, con el nombre de Un libro, publicado por Caja Negra y al igual que la obra anterior, desconozco quién la ha traducido.
De todas formas creo que, a través de esta entrada en el blog, tienes una visión de la obra de este hombre peculiar, original, inclasificable, cuya lectura no te va a dejar indiferente.
Giorgio Manganelli: léase.







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