viernes, 20 de diciembre de 2019

Jesús Aguado




Jesús Aguado


Hay libros voluminosos y hay libros breves que, semejantes a los bulbos pequeños de anémonas, cuando se leen, se expanden en el alma y se abren, como esas flores, coloridas y numerosas, llenando todo el tiesto donde se han plantado.  Eso me ha ocurrido cuando terminé Carta al padre de este hombre, Jesús Aguado, nacido en Madrid, en 1961, donde vio la luz del mundo, para trasladarse a Sevilla con dos años de edad.  Se puede decir que casi nació en la capital andaluza.  También vivió en Málaga, en la India, en concreto en Benarés, y actualmente está asentado en Barcelona.  Traductor, antólogo, cronista, poeta.  Como poeta tiene el reconocimiento unánime avalado por galardones como el Premio Hiperión en 1990 por su obra Los amores imposibles, Premio de Poesía Manuel Alcántara en el año 2015 con el poema Intemperie del deseo.
Carta al padre, editado por la Fundación José Manuel Lara en febrero del año 2016, es una obra dividida en cuatro partes: Padres, donde la imago paterna real se cruza por diferentes caminos con figuras de padres soñados, ajenos, leídos y Carta al padre, más autobiográfica, donde la figura del hijo intenta vivir como un gran Otro, al margen de la influencia paterna.  Ambas, Padres y Carta al padre, están desarrolladas bajo el arco de la prosa poética.  Para lanzarte una especie de anzuelo por ver si así te seduce leer el libro, un fragmento:
Mi padre llegaba cansado del trabajo.  Caminaba durante horas repartiendo cartas, paquetes.  Calentaba agua, la vertía en una jofaina antigua desportillada, sumergía en ella hierbas aromáticas.  Entonces se descalzaba y metía los pies dando un suspiro.  Yo hacía barcos de papel y organizaba batallas navales entre los arrecifes de sus dedos.  Cada vez que terminaba una página doble del periódico que estaba leyendo, me la pasaba para que repusiera la flota. Felicidad.
O este otro:
Mi padre se pintaba las uñas de los pies.  Cada una de un color.  Sólo yo estaba en el secreto.  Si hacía buen tiempo, se sentaba en la mecedora del balcón y apoyaba las piernas en la barandilla.  Si no, me pedía que soplara para que se secaran más rápido.  Luego se vestía de traje y corbata y se iba a la oficina.  Nadie podía adivinar el arcoiris de sus uñas.  Sol después de la lluvia: así era él.
En los dos bloques siguientes, Un padre muere y Apéndices, Aguado escoge la poesía como vía de expresión.  Un padre muere reúne palabras que conectan los objetos que rodean la figura agonizante del padre en el hospital en un intento de conseguir ubicar emociones, palabras con las que identificar el sentimiento.  Apéndices está estructurado sobre dos largos poemas, un canto a la vida y una reflexión sobre el acontecimiento de la muerte desde una forma de mentalidad supuestamente primitiva.




Hay libros que cuando los terminas algo te impele a comenzarlos de nuevo.  Es como si al cerrarlos te hubieras atrapado las pestañas y no pudieras abrir y cerrar los ojos.  Vuelves al principio y todo vuelve a su ser.  Dos veces, seguidas, me he leído Carta al padre de Jesús Aguado.  Te aseguro que merece la pena.







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