viernes, 6 de julio de 2018

Mario Brelich



Mario Brelich
(1910-1982)

Mario Brelich nació en Budapest, en 1910 y falleció en Nepi, Roma, en 1982.  De padre italiano y madre húngara ejerció como periodista entre Hungría e Italia a lo largo de la década de los años 30 del siglo pasado.  Tras la Guerra, aproximadamente a finales de la década de los 40, se traslada a Italia, donde desarrolla una actividad relacionada con las Artes Plásticas: escultura, pintura y cerámica.  No sería hasta principios de los años 70 cuando Brelich comenzaría a dar a conocer sus textos literarios, a veces breves que, unidos, irían formando posteriormente la estructura de obras más extensas como sucedió con uno de sus títulos: El navegante del diluvio, sobre la figura de Noé.
Sus temas giraban alrededor de temas bíblicos, del Antiguo y del Nuevo Testamento.  Su hermano, tres años más jovén, Angelo Brelich, fue historiador de religiones y supuso un punto de apoyo para los estudios críticos de su hermano mayor, obras cuajadas de un sentido irónico pero jamás exentas de rigor en la información.  Dejó una bibliografía formada por cuatro títulos, dos de los cuales vieron la luz en España.  El primero que dio a conocer fue El abrazo sagrado, sobre la figura de Abraham y su esposa Sara, de la unión de ambos y del nacimiento de Isaac.  Junto con Judith, obra póstuma, son los dos libros que, por el momento, no se han traducido al español.  Los otros dos, sí, a saber: La ceremonia de la traición, de 1975, publicada aquí por la editorial Anagrama en 1982 y traducida por Joaquin Jordá.




¿Cómo se puede definir la estructura de las obras de Brelich?  Ensayo novelado.  O también, si se me permite la paradoja, novela ensayada.  Károly Kerényi, filólogo clásico, erudito húngaro y uno de los fundadores de los estudios modernos sobre mitología griega, denomina los escritos de Mario Brelich como ensayos novelados.  Brelich redescubre significados y significantes en el contenido de las historias bíblicas despojándolas de sus aspectos moralizantes.  La ceremonia de la traición tiene un prólogo firmado por nada más y nada menos que Giorgio Manganelli, autor italiano que pertenece a esa lista de escritores que parecen permanecer en un estado de gracia especial cuando escriben, sea lo que sea, relatos, novelas, ensayos, comentarios críticos de literatura o la lista de la compra a la hora de ir al supermercado.  Creo que merece la pena leer el prólogo que escribe a la obra de Brelich, es el siguiente:

Mario Brelich es un escritor singular, y hay más de una razón para sospechar que, en este caso, singular equivale a extraordinario.  Se reveló en 1972 con El abrazo sagrado, un "escrito", como lo definió él mismo, incapaz de decidir si era ensayo, novela o lo que fuera.  El tema era la relación amorosa y sagrada entre Abraham y Sara.  Sorprendía entonces en aquel "escrito" la capacidad de desarrollar un discurso rigurosamente trabado y a la vez fantástico, un razonamiento maniáticamente minucioso, un comentario sobre el texto bíblico que era a la vez externo e interno a la materia religiosa, en el cual al temblor por el contacto con el mito se añadía una especie de hilaridad solitaria y herética, como un Voltaire enredado en un mundo mitológico que tiene la misma honestidad e intensidad de su razón desacralizadora, y por ello mismo está contaminado de lo sagrado.  La alusión a Voltaire no es, en absoluto, una arbitrariedad cr´tica mía, sino que se refiere al capítulo Un poco de apologética de El abrazo sagrado, en el que Brelich resume, de manera tan racional como divertida, su intrincada relación con el mito, y, en especial, el mito bíblico.  
Ahora, con la misma irritante y desorientadora mezcla de juego, de rito, de solemnidad, de astucia, de temor, Brelich afronta, en esta Ceremonia de la traición, el mito de la traición de Judas.  Para indicar todavía más nítidamente su distancia y su enamoramiento racional y deductivo del tema, la contradictoria y cómplice pulsión de lo hilarante y de lo trágico que lo mueve, Brelich convierte su"escrito" en una investigación policíaca, un puro ejercicio nocturno de encadenamientos lógicos, confiado a una suma inteligencia de detective: nada menos que Dupin -la "momia real de Dupin"- a quien Edgar Allan Poe confió la solución del misterio de Marie Roget y el descubrimiento del asesinato de la Rue Morgue.  Ahora bien, Poe, con la absoluta diversidad de sus procedimientos fantásticos, tiene algo de ejemplar para un escritor como Brelich: la capacidad deductiva va acompañada de una hilaridad grotesca, ligeramente siniestra; y su recorrido intelectual, maniático e histérico, mezcla de leguleyo y de nigromante, aparentemente emotivo pero obstinadamente filosófico, le lleva por caminos indirectos al corazón de una revelación, una epifanía a la que ya no podemos llegar directamente: el itinerario abierto por la investigación de Dupin concluye con el desvelamiento del "Eureka".
Así pues, en una casa de París, cuyo inquilino vive una vida nocturna, o acaso una muerte reflexiva -"interesarse por las cosas en sí, es la única solución para quien es ajeno a la vida"-, se desarrolla un coloquio entre Dupin y su "viejo amigo", y el tema es precisamente por qué Judas llegó a traicionar a Jesús, y qué sentido posee este delito encajonado en el delito cósmico de la redención: "un exquisito pasatiempo para dos ancianos como nosotros... un argumento de sorprendente inactualidad".  Con una elegante y traumática coherencia, dignas de poner en crisis a un teólogo pasado por la Interpol, el discurso discurre a la vez límpido, tranquilo e inaferrable.  Hay algo de consolador en un libro que no se deja entender nada más abrir la página, sino que es al mismo tiempo oscuro y amable, tranquilamente metafísico -realmente inactual- y que nos depara la sensación del significado, la más alta de las sensaciones literarias, y que no coincide en modo alguno con el significado.  Lo que escribe Brelich no es filosofía, es literatura: y, en este caso, literatura mitológica.  El autor trata los relatos evangélicos como testimonios sobre el mito: de modo que también pudieran ser testimonios falsos, infundados, o, como máximo, histórica y psicológicamente verosímiles; en cualquier caso, esto carece de importancia.  En el discurso de Brelich, el mito se contrapone al documento, como la verdad a la realidad; pero en esta contraposición la realidad está desprovista de sentido, mientras el mito, receptáculo de todos los sentidos, se convierte en insondable, depósito de una felicidad infinita, y de una tranquila tragicidad.
Intrincados en el laberinto del mito, figuras de sagrados fantasmas, Jesús, Judas y el mismo Padre arrastran una extenuante interpretación de ellos mismos: y entre los puntos más intensos de la ficticia teología de este texto, así como en El abrazo sagrado, está precisamente este angustioso descubrimiento de que aquel Dios y Satanás están igualmente obligados por su condición de mito, de "verdaderos" pero no "reales".  Pero si Jesús y Judas pertenecen al mismo sistema mitológico, también son fatalmente solidarios, y cada cual posee el sentido del otro.  No, claro que no olvido que esto también es una novela policíaca, un giallo, del amarillo dorado de las aureolas y del amarillo fuego del infierno; por consiguiente, no pretendo contar uno de los libros menos explicables que he leído en mucho tiempo, pero que contiene, sin embargo, soluciones, descubrimientos, golpes de teatro.  Pero, a la vez, es un libro sin acontecimientos: todo ha ocurrido ya, o no ha ocurrido nunca; y sobre esta tragedia cósmica e irreal trabaja el secular detective Dupin, mítica momia nocturna en un inmóvil apartamento de París.
Giorgio Manganelli 

Manganelli ocupará una entrada en éste blog un día de estos.  Por ahora queda citado con esa entrada cuya lectura funciona como una seducción segura para que sientas las ganas de conocer los libros firmados por Brelich.
El segundo "escrito", como él llamaba las historias que escribía, que conocimos en España fue El navegante del diluvio, de 1979, publicada por la editorial Anagrama en 1983 traducida por Carmen Artal.  La obra, ese ensayo novelado, está dedicada Al autor de Tetralogía de José.  Es decir, a Thomas Mann, a quien admiraba.  Tiene una introducción escrita por el mismo Brelich que es clara, transparente y diáfana:
Desde las primeras clases de religión de nuestra infancia estamos acostumbrados a considerar la embriaguez de Noé como una simple ocasión para el ejemplar castigo de la irrespetuosidad filial de Cam.  Pero conviene recordar que la Biblia no estaba destinada únicamente a impartir enseñanzas morales a los colegiales.  De haber sido así, efectivamente, podría haber recurrido para el castigo de Cam a un pretexto más irreprochable que la memorable embriaguez de nuestro progenitor número dos en un momento poco decoroso de su existencia.
Las Sagradas Escrituras son sobre todo historia: lo que registran, de una u otra forma, en un sentido o en otro, ha ocurrido, y por tanto hay que admitir que el venerable anciano, de quien todos descendemos, en una determinada ocasión yació realmente desnudo y en actitud indecente en medio de la tienda, en estado de avanzada embriaguez.  No sin motivo se plantea pues el problema, con todo su emocionante interés, de por qué este elegido de Dios, el héroe del diluvio, se encontró envuelto en aquella singular situación.  ¿Por qué se emborrachó?  Aunque con menos impudicia que Cam, pero con algo más de curiosidad que Sem y Jafet, vamos a acercarnos también nosotros a echar una mirada sobre nuestro progenitor...
La risa, que no es sino una expresión, un síntoma, un diagnóstico, en Brelich se hace expresión de un sentimiento doble, casi contradictorio, de ahí todo lo que tiene de convulso.  Nunca jamás esa risa será irreverente, blasfema.  A la edad de 500 años, Noé es llamado por Dios para comunicarle sus planes de destruir el máximo exponente de Su Creación: la Humanidad.  Hay detalles memorables en la narración El navegante del diluvio como, por ejemplo, cuando comienza a llover, cuando se inicia el Diluvio como tal.  Hasta el momento, la familia de Noé (su esposa, sus tres hijos, sus nueras) han aceptado el delirio del anciano, achacándolo a su edad longeva: construir un arca, buscar parejas de animales para que entren en la gran barca...  Pero el día que el cielo se obscurece y Noé les indica que es momento de entrar ellos también porque va a empezar a llover, y mucho, entonces, la paciencia de los miembros de la familia estalla y la tolerancia brilla por su ausencia.  Observan con ojos atónitos cómo el patriarca sella la puerta de entrada a la nave con todos ellos dentro y comienzan a despotricar, a gritar que ya está bien, que una cosa es que hable con Dios y otra muy distinta que ellos tengan que dar por bueno y correcto toda la sarta de sandeces que se le ocurran.  ¡Que no, que no!  ¡Que abra la puerta porque ninguno va a continuar la pantomima de...!  Tac-tac-tac, Clic-clac-clic-clac...  Suenan las primeras gotas de lluvia sobre la poderosa estructura del arca, estallan los truenos, silva el viento,...y comienza a caer agua...y más, y más...  Esposa, nueras e hijos se quedan sin palabras, con la boca abierta.  Ha comenzado el Diluvio.




Hace años tenía la mala costumbre de prestar libros.  El ejemplar de El navegante del diluvio lo perdí, como perdí tantos libros que presté y que no he podido encontrar después.  Algunos sí los he recuperado porque los he conseguido en librerías de segunda mano como por ejemplo ésta obra, la segunda editada en España de Mario Brelich.  Llevan tiempo descatalogadas pero es fácil encontrarlas en el mercado del libro usado.  Seguro que en tu ciudad hay un montón de buenas librerías de libros usados y de ocasión donde puedes dar con ellas.  Si no, siempre te queda la opción de Internet.  Sea como sea, si te las encuentras, no las dejes escapar.  De verdad, merecen muchísimo la pena.



Mario Brelich
 en una de las pocos fotos que se guardan de él.  Fumador empedernido, siempre con un cigarrillo en las manos.







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