Fachada del edificio donde estuvo la librería Fulmen en la calle Zaragoza de Sevilla |
Tal día como hoy 15 de Mayo pero de 1980, un incendio intencionado destruía parte de la librería Fulmen, situada en la calle Zaragoza de Sevilla. Fulmen comenzó allá por 1971/1972 ocupando un local en la Cuesta del Rosario, creo recordar en el número 5 ó tal vez 6. Un rótulo con el nombre y una flecha que indicaba hacia abajo te llevaba, bajando una escalera corta, hasta la planta sótano de ese numero donde se ubicaba la librería. Primero se instalaron en un lugar reducido, donde Luisa luchó con la falta de espacio para ordenar y clasificar, como podía, todo el material bibliográfico. En poco tiempo pasó, en la misma planta sótano, a disponer de un local mucho más amplio que les permitía tener un magnífico stock de libros y una sala amplia donde realizaban presentaciones de libros, charlas y exposiciones como las de Antonio Donoso Ordóñez, en una de las cuales el pintor reunió una serie de obras de paisajes oníricos donde formas geométricas proyectaban sombras sobre planos amplios sin fin. Fulmen fue una librería emblemática en el tejido cultural de la Sevilla de aquellos años, una librería donde se podía encontrar, por ejemplo, una antología de los poemas de Luis Cernuda hecha por la editorial Losada a través de Argentina o México. Fue significativo que, nada más morir Franco en noviembre de 1975, en diciembre de ese año y enero de 1976, la tienda se llenara de novedades de obras de autores relegados al silencio durante los años del franquismo y por ejemplo la obra completa de Luis Cernuda publicado por Barral Editores, Poesía y Prosa, vio la luz ese mismo año de 1975, aunque permaneció meses metida en un cajón esperando el momento. El ambiente no podía ser mejor con tres mujeres al frente del negocio: Luisa, María Luisa (lo siento, no recuerdo sus apellidos) y María, María González Pérez, escritora, poeta, conocida como María Fulmen. En Fulmen, en aquella sala anexa, se llevaron a cabo coloquios, charlas y actividades especialmente relacionadas con el feminismo en Andalucía. María Fulmen fue una luchadora incansable por la democracia, defensora de los derechos de la mujer y una feminista indesmayable a la que se le concedió en 1998 el premio Meridiana por su labor en la difusión del pensamiento feminista. Antes de morir, María dejó ante notario sus pertenencias, su casa y su librería en herencia a una fundación de mujeres que llevase su nombre. María se dedicó a potenciar la creación femenina en las distintas ramas artísticas y promover todo tipo de iniciativas que posibilitaran el avance de la mujer en la sociedad. Así nació el espacio alternativo, no sectario, que es la Fundación María Fulmen. Dejo aquí el enlace a la web de la Fundación porque es de interés para todos: https://fundacionmariafulmen.wordpress.com/
Fulmen fue un referente de la libertad, libertad de leer lo que se quisiera, libertad para expresar ideas que tan sólo molestaban a los más rancios, a los totalitarios, a los fundamentalistas, a ese fascismo que tan sólo acepta el pensamiento que prolonga su forma de pensar y de opinión única. Fulmen no tenía escaparate a la calle por lo cual los ejemplares de El Capital de Karl Marx lo podían poner a la vista en las mesas supletorias donde exponían novedades y reediciones, muchas de ellas de editoriales sudamericanas. Como estaban en un local en una planta sótano…bueno…digamos que ejemplares así los veía quien visitaba la librería sabiendo que allí se vendían libros y que los libros no muerden, así que nadie los veía. Nadie de los Feos, de los de camisas azules, negras o pardas, aunque siempre algo se comentaba, algo se sabía, porque la Policía, alguna que otra vez, visitó el local, se rumoreaba que había reuniones, que se concentraba gente... Pero no hubo lugar para problemas mayores. No siempre estuvieron en el local de la Cuesta del Rosario. A finales de los años 70 se trasladaron a la calle Zaragoza, ocuparon un espacio más pequeño pero con más visibilidad para las personas que pasaban diariamente por la calle. No perdían la ubicación, muy buena, ya que permanecían en el centro de la ciudad y además se hicieron más reconocibles por los transeúntes…incluidos los de lógica binaria: el mundo es o blanco o negro, en el mundo hay hombres y mujeres, machos y hembras, arriba y abajo, izquierda y derecha (como dirección de un vector, no como tendencias ideológicas, que de esa nada más que hay una), delante y atrás, rubios y morenos…lo demás es vicio y perversión. Lo malo de esas personas (sí, a pesar de todo tienen apariencia humana) que resultan ser Feos y Feas es que también tienen capacidad de multiplicarse y de poblar el mundo con copias fabricadas entre el semen corrupto de los Feos y la sangre menstrual cuajada de las Feas, y por lo tanto se reproducen, crecen y se multiplican. Los Feos mayores, los que se confunden con los transeúntes, los peatones, los que pasaban por delante del escaparate de Fulmen en calle Zaragoza, tragaban una saliva amarga que les pinchaba en la garganta como las espinas de un rosal: no podían evitar un asco supremo al ver expuestos a la vista de todo el mundo libros como El libro de Manuel de Julio Cortázar, o El segundo sexo de Simone de Beauvoir. Inclusive entre los Feos hubo quienes se fijaron con atención y vieron que esas obras no estaban publicadas en nuestro país por alguna editorial española, que todas venían de Sudamérica, de Cuba y de sitios comunistas así. Con disimulo se santiguaban y esperaban algo que, imagino, podría ser comparable a lo que decía el Capitán Trueno, algo así como ¡Santiago y cierra España! ¡Que hay un honor tan grande como el de ser cristiano que es el de ser español! Sí, pero no lo podemos tomar a broma porque en varias ocasiones y en poco tiempo la librería Fulmen sufrió ataques nocturnos: rompieron el cristal del escaparate, desordenaron los libros que estaban expuestos rompiendo algunos ejemplares con saña, por el simple hecho de destrozar. Se trataba de bandas organizadas de elementos jóvenes, cachorros envenenados dispuestos a desenvainar la cimitarra de la discordia, amparados por el anonimato de la noche, reunidos bajo nombres épicos, volviendo a gritar aquellas palabras que sacerdotes castrenses utilizaron durante la contienda Civil: ¡En el nombre de Cristo! ¡Fuego! Esos retoños iracundos siempre actúan impulsados, amparados, defendidos por los mayores, padres, hermanos, madres, hermanas, tan cómplices como copartícipes secretos. Pero un día quiso la Fortuna siniestra que no solamente rompieran la luna del escaparate con medio adoquín, sino que además lanzaran un coctel molotov y que ardiera parte del contenido de la librería. No hubo daños personales, nadie resultó herido, ni siquiera las ratas que provocaron el suceso, al menos que se sepa. El incendio ocurrió durante la madrugada del jueves día 15 de mayo de 1980. Por la mañana, una amiga mía que trabajaba en la calle Zaragoza, se encontró con lo sucedido. Inmediatamente me llamó para contármelo y como por aquel entonces yo vivía en la calle Alfalfa fui para allá corriendo sin tardar. Esperaba encontrarme con un siniestro total pero a pesar del desastre parte del material se había salvado. Había daños, por supuesto, pero el fuego no había sido tan destructivo como se podía creer. María estaba limpiando, sin orden, tomando de aquí y poniéndolo allá, quitando lo que no servía de ninguna forma…recuerdo que me enseñó lo primero que vio cuando pudo entrar al local, cuando los bomberos se lo permitieron: era la portada de una edición de Fuegos, de Marguerite Yourcenar, que se había salvado en parte porque el libro se había quemado alrededor, todo el contorno, pero el texto de las páginas podía leerse. Recuerdo la ilustración de la cubierta: una figura femenina sentada en el suelo, con la cabeza apoyada en las rodillas y los brazos recogiendo las piernas. El aviso de dicho incendio apareció en la prensa, por ejemplo en la edición de ABC de Sevilla, que se hizo eco algunos días después, el 24 de mayo, con el titular Fulmen instalará un puesto público de libros.
La noticia, tal y como se reproduce en la foto, la transcriba a continuación para que se pueda leer con claridad:
“El pasado 15 de mayo un incendio pretendía destruir buena parte de la Librería Fulmen. en la calle Zaragoza. Los cuantiosos daños que se originaron y el tiempo que se puede tardar en reparar los destrozos, les ha llevado a pensar en una alternativa para no estar tanto tiempo inactivos: montar un puesto callejero. Con todo respeto, la librería Fulmen se ha dirigido al teniente del alcalde delegado de Cultura, José Luis Ortiz Nuevo (PSA), solicitándole que dejen poner una mesa de venta de libros, como sea posible en la Plaza Nueva u otro lugar céntrico. La libreria, tras el incendio, quedo en una situacion poco favorable. Es precisamente cambiar toda la instalación eléctrica del local y se calcula que transcurrirán varios meses antes de que pueda abrirse nuevamente al público. Precisemente por eso, se las ocurrió la idea del puesto callejero. Así que, como el señor Ortiz Nuevo se ha mostrado favorable a la idea, pronto Fulmen podrá abastecer nuevamente a su clientela... en plena calle. (Foto Archivo ABC.)”
Tiempo después de este suceso, tanto que Fulmen ya no existía como Librería, cuando conocí la novela Los libros arden mal de Manuel Rivas, me acordé de aquel incendio y del dolor de ver, de contemplar impotente lo que dejaron las llamas. Hoy es 15 de Mayo, de 2023. Es bueno que recordemos que aún hoy en día, los libros, siguen siendo molestos para muchos Feos y Feas, de cualquier nacionalidad, condicion y color de piel, porque leer es peligroso, porque leer te ayuda a formar una opinión, a colorear el criterio, a ser más libres. Como dijo en una ocasión, y lo dijo bien, mi amigo Alberto Manguel:
Va a llegar un día en el que leer va a ser un acto de rebeldía.
Pues seamos rebeldes y que se mueran los Feos.
Muchas Gracias por esta entrada, y por recordar la presencia que tuvo la librería Fulmen en la Sevilla de aquella época.
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