martes, 7 de agosto de 2018

Eduardo Blanco-Amor




Eduardo Blanco-Amor
(1897-1979)

Nace en Orense, en 1897. Aunque en algunos libros su fecha de nacimiento aparece datada en 1900 en realidad nació en 1897.  Fue él mismo el que escogió la fecha de 1900 para indicar que había nacido con el siglo nuevo.  Vivió en su ciudad natal hasta 1916.  Se marchó, con 19 años y el título de maestro de la Escuela de Magisterio, a la Argentina, en concreto a Buenos Aires, donde realizó su gran formación humanística.  Conoció a escritores como Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Horacio Quiroga, entre otros.  Se hizo periodista, entró en contacto con artistas, intelectuales; estudió idiomas, se sumergió en la vida cultural bonaerense.  Él mismo decía de Buenos Aires:
Buenos Aires era la ciudad más ecuménicamente culta del habla castellana, no tanto como contribución cuanto como receptividad de las culturas.  Un joven de mi tiempo podía ver danzar a la Paulova y a Nijinsky, dirigir a Sigfried Wagner las obras de su padre, asistir a exposiciones colectivas de los impresionistas franceses y las conferencias de Clemenceau y el Ortega treintañero; asistir al teatro en cinco idiomas, entre ellos el yiddish, con estupendos actores.  Leer casi al mismo tiempo que en Londres, París o Roma las novedades literarias, porque en Buenos Aires una de las formas previas de todo proceso de culturación era leer no menos de cuatro idiomas.  Había también el "tono" de gran ciudad cosmopolita.  Y uno podía beneficiarse de todo ello sin desfigurarse, incluyéndolo instrumentalmente en su ser sin alteración esencial.

Como periodista fundó en 1923 la revista literaria en lengua gallega Tera.  Estuvo al frente del periódico que editaba la Federación de Sociedades Gallegas además de haber participado activamente en revistas ilustradas como Céltiga o en la publicación Galicia.  Probablemente su labor periodística más importante fue la que desarrolló en el famoso diario La Nación, comenzada en 1926.  Adquirió más importancia cuando, tres años después, en 1929, es enviado a España como corresponsal.  Aquí permaneció hasta 1931; después volvería en una estancia que le ocupó desde 1933 a 1935.  En esos años conoció a los miembros de la Generación del 27, a la que pertenecía por varias condiciones: la edad, preocupaciones políticas e inquietudes literarias.  En 1935, Federico García Lorca publicó en Santiago de Compostela sus Seis poemas galegos, con prólogo de Eduardo Blanco-Amor.  Al parecer, también corrigió los aspectos lingüísticos de los poemas.
La amistad de Blanco-Amor con el poeta granadino y su familia fue estrecha.  En la casa museo del poeta en Granada, la que se conoce popularmente como la Huerta de San Vicente, finca de veraneo de la familia García Lorca, en las paredes de las habitaciones, hay o por lo menos había, fotos de la vida doméstica de la familia realizadas, según el pie de las fotos, por E.B.A. (Eduardo Blanco-Amor).  Digo que al menos había porque, a mediados de la década de los 90, cuando se facilitó el acceso para visitar la casa-museo, entonces, se podía entrar en las diferentes habitaciones.  Después, al parecer, el acceso quedó restringido y tan solo se pueden ver las estancias desde la puerta: un cordón impide entrar.
Volviendo a la narrativa de nuestro autor, cuatro novelas y un libro de cuentos constituyen la obra como narrador, en gallego y en castellano, de Eduardo Blanco-Amor.  Cultivó también el ensayo, la poesía y el teatro.  De toda su producción nos vamos a quedar con tres novelas, que es lo que conozco de él.
Toda su obra narrativa tiene un mismo denominador común: todas las historias se desarrollan en un mismo lugar, en una misma ciudad, Auria.  Auria es, en verdad, Orense, el Orense donde él vivió hasta que se marchó a Argentina, lo que sucede es que es una ciudad idealizada.  O más que idealizada, una ciudad de la que guarda tan sólo buenos recuerdos, la parte más luminosa de la urbe.  Evita ciertas realidades desagradables para levantar una arquitectura donde únicamente prevalece lo hermoso, la poesía, los recuerdos de la niñez inundándolo todo con una neblina de ensueño guardado en el corazón.  Hasta el clima de la ciudad original se cambia por otro más amable, más despreocupado.
La catedral y el niño, su primera novela, fechada en 1946,  se publicó primero en Buenos Aires, Argentina, y treinta años después se editó, en 1976, en España por Ediciones del Centro.  Habría que esperar unos años más, hasta éste 2018, para poder leer aquella obra.  Ha sido la editorial Libros del Asteroide la que ha devuelto a Blanco-Amor a la memoria actualizada, publicando una edición con una magnífica introducción del escritor, poeta y ensayista Andrés Trapiello.




El gran tema por antonomasia de Blanco-Amor (la infancia, la adolescencia, la primera juventud) encuentra aquí un campo de cultivo que florece con toda su fuerza narrativa, en este caso especialmente el mundo de la infancia, la vida de un niño de ocho años que está en medio de una relación rota, la de sus padres, caracterizados por dos ambientes opuestos: principios del siglo XX, la madre que se desenvuelve en atmósferas burguesas y clericales, y el padre, pequeño aristócrata librepensador rodeado de amistades relacionadas con la vida bohemia.
Una de las fuentes/influencias en la literatura de Eduardo Blanco-Amor es Sigmund Freud.  Precisamente la obra de la que vamos a hablar a continuación tiene mucho que ver con el Psicoanálisis, no porque se utilice como un comodín de interpretación, sino porque el autor trabajó precisamente bajo las premisas de dicha doctrina.  Y ésto lo reconoció él mismo, como reconocía influencias de Valle-Inclán.
En 1959 publicó A esmorgaEsmorga es una palabra gallega que significa juerga, jolgorio.  Escrita originalmente en gallego realizaría, posteriormente, una versión en castellano: La parranda.
La parranda es una novela tremenda, o más bien dicho, tremendista.  De nuevo la ciudad que aparece es Auria pero ésta vez, la visión transmutada de su Orense original no tiene nada de poético, no hay nada idealizado, al contrario, el ambiente, la atmósfera, es dura: lluvia constante, frío que corta el aliento, y un estado interior de los personajes nublado, obscuro, por el alcohol ingerido para soportar temperaturas tan inhóspitas que parece cortar los dientes.
La acción de La parranda sucede a lo largo de 24 horas.  Tres tipos de la más baja clase social se ven envueltos en el desenlace más atroz después de haber decidido montar una juerga, una parranda que los unirá en la catarsis final purificadora.  Tres hombres, jóvenes, contando los veinte años y algo cada uno, a los que conocemos por sus apodos: Milhombres, Bocas y Castizo.  Tres personajes que entablan unas relaciones que se van, progresivamente, espesando: la relación sadomasoquista, interdependiente, entre el afeminado Milhombres y el machista Bocas, la debilidad de carácter del epiléptico Castizo...  Perfiles opuestos, caracteres que no pueden estar juntos.  Y sin embargo, el binomio atracción-rechazo ejerce su fuerza entre dos personalidades contrapuestas.  El Bocas se lo confiesa al Castizo, hablándole del Milhombres:
...la idea  de que ese mierda me tenga cogida la voluntad me hace hervir los sesos, ¿sabes?, que ni con hombre ni con mujer me ha pasado esto...
Sin embargo, no puede pasar sin él:
Pues ahí está lo jodido del caso, sin él no me divierto, y si andamos siempre juntos, tiene que llegar un momento en que tenemos que pegarnos o, mejor dicho, en que tengo que zurrarle, venga o no a cuento. 
El Castizo es el que narra la acción de la novela en primera persona.  Una trama obscura que se va desliando como una serpentina macabra en la fiesta de la destrucción.  No tiene el autor ningún tipo de afinidad ni de tacto para con sus personajes, los deja a merced de ese séquito de fantasmas que los persigue con tenacidad: la epilepsia, la soledad, la represión, el mundo hostil que los rodea.  Afirma el Castizo:
Nosotros íbamos haciéndolas de mal en peor, como si las hiciésemos sin darnos cuenta, para que luego no tuvieran remedio, como quien va cerrando puertas tras sí y tirando las llaves, que eso es lo que quiero decir: como aquel que va hacia su perdición, sin más.
El narrador, el Castizo, le cuenta lo sucedido a un juez que le hace preguntas cuyo contenido no se da a conocer en la novela pero que el lector lee entre líneas por las explicaciones que da el interrogado.
Y en medio de esa actividad prosaica un hecho fantástico que parece una proyección alucinatoria de las mentes abotargadas de los tres personajes principales de la obra: la aparición, en medio de la maleza, de una casa habitada por dos personajes singulares, un fumador de opio y su compañera, una muñeca de porcelana de tamaño natural.  No es fruto de la imaginación, la casa está ahí, y en uno de sus balcones la muñeca, con los brazos extendidos, como si quisiera pedir ayuda, escapar.  Entran en el espacio de la vivienda y en un salón descubren al dueño, dormido en su sillón.  Junto a él humea una pipa donde se consume una perla de opio.
Era el año 1959.  Blanco-Amor envió el original de la novela a la editorial Galaxia, de Vigo, que la presentó a la censura ya con el texto compuesto y paginado.  Pero tuvieron que transcurrir once años para que la obra viera la luz en España.  Se editó primero en Argentina, después en nuestra piel de toro.  Desconozco quién publicó la novela entonces.  Blanco-Amor pagó cara su audacia: año, 1959; novela de final estremecedor, con una implícita acusación a la Guardia Civil.  A mediados del siglo XX hubo una edición publicada en el mes de diciembre de 1973 por la editorial La Vela Latina.  Ediciones Júcar la editó en julio de 1985 con prólogo de Carlos Ruiz Silva.




La parranda ha pasado por dos adaptaciones cinematográficas, una con el título Parranda, dirigida por Gonzalo Suárez con guión suyo adaptando la novela de Eduardo Blanco-Amor e interpretada en los tres personajes principales por José Luis Gómez, José Sacristán y Antonio Ferrandis en 1977.  Si no la has visto, evitala como alma que ve al Diablo porque es extraordinariamente mala.  No me extraña ya que, para Gonzalo Suárez, la literatura está muy bien pero le falta algo: la imagen.  Sí.  Y se quedó tan tranquilo cuando lanzó semejante artefacto mental.  La adaptación cinematográfica no llega ni por asomo al contenido, al espíritu de la novela, a su atmósfera, a un todo que queda disuelto, desvanecido, estéril...  Mala, muy mala.




De la versión gallega de La parrandaA esmorga, se realiza una adaptación a la gran pantalla de fecha más reciente: en el año 2014, Ignacio Vilar convierte la novela en película, adaptando el texto original gallego entre él y Carlos Asorey.  El trío de personajes principales lo interpretan Miguel de Lira, Karra Elejalde y Antonio Durán "Morris".  No sé qué resultado final tiene ésta propuesta y, francamente, no creo que la vea.  Al menos, no voy a pagar por ello.




Existe una adaptación cinematográfica para televisión, realizada por Ánxeles Cuña Bóveda en el año 1997 con guión de Carlos Couceiro y Begoña Muñoz.  No se dispone ni de afiche de la cinta ni de ninguna otra información.
Saltando de nuevo a los años de creación de Eduardo Blanco-Amor, nos encontramos que, después de La parranda, en el año 1961, fue finalista del Premio Nadal con su novela Los miedosLos miedos se desarrolla en la Galicia rural, en una finca en las afueras de esa ciudad imaginaria, Auria, que no es otra cosa que una trasposición de su Orense natal, como ya se ha idicado más arriba.  En esa finca llamada El Palacio, un grupo de niños viven el Tiempo por dentro, alargado en los meses de las vacaciones de verano.  La historia que se cuenta son las vivencias del mundo infantil previo a la adolescencia, los miedos al mundo de los adultos, los miedos a los cambios hormonales, los miedos a los cambios incipientes, narrado todo en una trama que reúne el perfil de los niños Peruco, sus primos Rosa Andrea y Diego, y de un pariente lejano y pobre, Roque Lois.  La novela vería la luz definitivamente en 1963, después de atravesar las espinosas claves de la Censura.  En el mes de septiembre de 1989 la publicó Ediciones Destino.




Nacía en Orense un 14 de septiembre.  El año en el que ve la luz difiere entre 1897 y 1900 como ya se ha indicado.  Fallecía el 1 de diciembre en Vigo y aquí también varían las fechas, 1979 ó 1980.  Lo importante es que Eduardo Blanco-Amor es un autor español al que merece la pena, y mucho, recuperar.  Léelo.



Eduardo Blanco-Amor









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