lunes, 4 de diciembre de 2017

Tommaso Landolfi

Tommaso Landolfi (1908-1979)

Leí por primera vez a Tommaso Landolfi allá por el año 1976.  Mi poder adquisitivo, con 20 años, era bastante bajo por lo que me veía en la situación de tener que pedir prestados algunos títulos a los pocos amigos lectores que tenía.  Otros libros los reservaba para sugerirle a algún familiar (padre, madre, hermanas, hermano) posibles regalos para fechas señaladas (Día de Reyes, Día de Cumpleaños y Día del Santo Patrón).  Otro punto importante para acceder a lecturas que me interesaran era la Biblioteca Pública, de la que me hice un usuario habitual en las instalaciones que tenía en la calle Alfonso XII aquí en Sevilla.  Hablo del año 1976.  Aún no había Internet ni sombra de procesos informáticos.  Para buscar un libro no se consultaba ninguna base de datos: se utilizaban unos ficheros organizados alfabéticamente en tarjetas de cartulina rayada, habitualmente escritas a máquina.  Buscaba la novela La Piedra Lunar del autor inglés Wilkie Collins que se editó por primera vez traducida al español por aquellos años.  Encontré el título y el número de referencia aunque reconozco que no miré nada más de la información que proporcionaba la ficha.  Entregué el formulario que había que rellenar para sacar un libro prestado durante 15 días, me lo entregaron y como en el mostrador donde atendían al público se estaba desarrollando una desagradable discusión con un usuario, me aparté lo más rápido que pude, tomé el libro sin fijarme, la verdad, nada más en que el ejemplar no se veía muy nuevo, al contrario, parecía una edición con algunos años encima.  Era raro porque lo que había sobre la novela de Wilkie Collins celebraba, entre otras cosas, el hecho de que al fin había visto la luz en España una obra clave en la conocida como Literatura de Detectives, la Novela Policíaca.  Pues por lo visto había una edición anterior, olvidada ya, de la sugestiva novela de Collins.  Cuando llegué a casa descubrí la equivocación: no era el libro que buscaba, tenía el mismo título, sí, La Piedra Lunar, pero era original de un escritor italiano, un tal Tommaso Landolfi.  Le di un vistazo al contenido del libro y me llamó poderosamente la atención el estilo, lo que comenzaba a narrar nada más empezar la historia.  Así leí por primera vez a Tommaso Landolfi y desde entonces, nada volvió a ser igual: había descubierto a uno de los autores más importantes que un lector pueda imaginar.  Cuando devolví el ejemplar busqué más libros de Landolfi en la Biblioteca, pero no había nada.
Tiempo después conocí al novio de una amiga, un italiano profesor de literatura en Florencia.  Hablando de libros le pregunté por Landolfi y después de abrir los ojos de par en par me preguntó cómo, dónde lo había leído.  Le conté la historia de la equivocación (gloriosa equivocación) y me aseguró que era uno de los escritores más importantes del Siglo XX.  Pues a pesar de eso, desgraciadamente, Tommaso Landolfi, no es un autor muy conocido en España.  Las pocas obras traducidas y editadas no han visto reedición alguna, a pesar de haberse vendido con una celeridad pasmosa.





Nacía el autor en Pico, una localidad de la provincia de Frosinone en Italia en el año 1908 y fallecía en Roma en el año 1979.  Tras de sí deja una obra que transpira influencias de lo que se conoce como Romanticismo Negro o Romanticismo Obscuro, de ahí que se le haya comparado en ocasiones con Edgar Allan Poe, con ciertos matices, y con la narrativa de Herman Melville y Nathaniel Hawthorne.  Fue traductor de ruso y de alemán y se ocupó de verter a la lengua italiana la obra de autores como Gogol, Pushkin, Novalis y Hofmannsthal.  No fue ajena para él la influencia de escritores como su admirado Gogol, Dostoiévski y Kafka.






Aquí, en España, apareció por primera vez una obra de Landolfi en el año 1958 y fue la novela La piedra lunar de 1939, que tiene un subtítulo: Escenas de la vida provinciana.  La traducción corrió a cargo de Fernando Acevedo y la edición fue de la editorial Seix Barral en la recién inaugurada colección Antología.  Especificaban en la cubierta que dicha sección tenía la cubierta roja.














     

La piedra lunar y la aludida portada roja


Habría que esperar hasta el año 1991 para que en España viera la luz Invenciones, una antología de sus narraciones breves seleccionada y prologada por el gran Italo CalvinoSe encargó de su edición Ediciones Siruela en su colección El Ojo sin Párpado con un formato distinto al habitual dentro de dicha serie porque El Ojo sin Párpado eran unos libros de tamaño pequeño, edición de bolsillo por el tamaño (17'50 x 11'50) y el formato de Invenciones fue de 23'50 x 17.  La traducción, magnífica, se debió a Ángel Sánchez Gijón y es un volumen cuyo contenido es perfecto para invitar a la lectura de Landolfi a toda persona que no lo conozca.




Estructura Calvino las narraciones en siete bloques o apartados: Cuentos Fantásticos, Cuentos Obsesivos, Cuentos de Horror, Entre Autografía e Invención, El Amor y la Nada, Pequeños Tratados y Las Palabras y el Escribir.
Calvino entresaca, de las narraciones de Landolfi, las que son más breves y aquellas donde el tema de la trascendencia, tan querido para el Romanticismo Negro, no son sustancia principal de los relatos que forman el volumen.  Lo Sobrenatural, el Más Allá, que estarán presentes en la ya citada La piedra lunar y sobre todo en Relato de Otoño, no aparece como elemento en los relatos escogidos para conformar Invenciones.  Se asemejan a los contenidos de aquellos Cuentos Crueles de Auguste Villiers de L'Isle-Adam donde lo oblicuo, lo "raro" forma la columna vertebral de lo que se narra.
Con Landolfi, como dice Calvino, siempre, hay que esperar una sorpresa: lo inesperado, lo asombroso, es parte de la sustancia de lo que cuenta en la narración.  Pero, ¡ojo!, nunca será agradable, nunca será bonito, muy al contrario: dejará una sensación de escalofrío, de extrañeza.  La estructura literaria de sus narraciones, la voz que habla, (la voz de alguien que habla con la de otra persona en un juego de equilibrios perfectos de narradores) es uno de los grandes aciertos de su obra.  Se puede afirmar que lo que escribió es tan ajeno, tan impracticable como el personaje de su propia vida y que el resultado, sobre el papel, es el de una literatura especial.  No para una élite, sino para quien disfrute con el Arte de Contar Historias, con el que domina y de forma magistral el don de trenzar frases y comunicar emociones obscuras: en un relato, por ejemplo, habla de la fobia que tiene un niño por las salamanquesas.  Entra en una habitación y ve que por el techo se desliza una, que se desprende y le cae sobre la cara.  El relato se construye desde el horror interior del muchacho...; o el comienzo de El cuento del licántropo incluido en éste volumen de Invenciones:
"Mi amigo y yo no podemos soportar la luna.  A su luz salen los muertos desfigurados de las tumbas, sobre todo mujeres envueltas en blancos sudarios.  El aire se puebla de sombras verduzcas y a veces se tizna de un amarillo siniestro.  Todo infunde temor, cada brizna de hierba, cada fronda, cada animal, en una noche de luna.  Y lo que es peor, nos obliga a revolcarnos gruñendo y ladrando en lugares húmedos, en el cieno detrás de los pajares.  ¡Ay entonces si un semejante nuestro se parase ante nosotros!  Con ciega furia lo despedazaríamos, a menos que él nos pinchase, más veloz que nosotros, con un alfiler.  Y en este caso también permanecemos toda la noche y luego todo el día aturdidos y torpes, como si saliéramos de una pesadilla infamante.  Resumiendo, mi amigo y yo no podemos sufrir la luna" 

El amor de Landolfi por el vocabulario, por la palabra, no es preciosismo ni búsqueda de efectos deslumbrantes.  Decía Giacomo Debenedetti (1901-1967) escritor, ensayista y crítico literario italiano que "al leer a Landolfi es como si uno se encontrase frente a palabras demasiado bellas, demasiado correctas para ser verdaderas y, en cambio, son de puro vocabulario, donde estaban a la espera de que alguien las encontrara.  En cambio, él las alinea sin pestañear: la frase no se recrea en ellas, no se sostiene; parecen salidas de la memoria usual donde tomamos las palabras de todos los días.  Hasta un barroco o un decadente habría ido a buscarlas, pero para hacerlas florecer en la cumbre de una escala musical; Landolfi las nivela en su bello timbre de cantante bajo" (Del Prólogo de Invenciones).
Comenta Calvino que, después de acabar una obra, Landolfi no volvía a leerla, no corregía ni siquiera las pruebas de imprenta.  Contaba a sus amigos que al abrir un libro suyo recién publicado había descubierto una errata que hacía incomprensible todo un diálogo: Francesismo se había convertido en Franceschino.  A Landolfi le divertía la equivocación.
Desde 1992, sus obras están siendo reeditadas en Italia por la editorial Adelphi bajo la dirección de su hija Idolina Landolfi.  Ese mismo año y uno después de que se editase el extraordinario Invenciones, la editorial Siruela saca de nuevo en la colección El Ojo sin Párpado pero en el formato pequeño, Relato de Otoño, una obra donde Landolfi muestra su admiración por Edgar Allan Poe.  Creo que se puede considerar como una muestra de lo que es aprehender una influencia y hacerla pasar por el crisol personal para construir una narración absolutamente redonda.  Una historia con elementos fantasmagóricos, góticos, con material del Más Allá, una estructura de Romanticismo Negro, una sombra clara, transparente y diáfana de Poe, el Poe preocupado con la Vida después de la Vida...pero qué forma, qué manera de asumir esa influencia para escribir algo distinto, diferente.  Nada más comenzar se puede apreciar el pulso seductor del narrador:
 "En la época de esta historia la guerra me había llevado lejos de mi habitual lugar de residencia.  Dos formidables ejércitos extranjeros se enfrentaban por aquel entonces en nuestro suelo llevando a cabo una cruenta campaña que pareció interminable a la mayor parte de la población, que se vio, como es de imaginar, directa y bárbaramente perjudicada.  Por otra parte, las exorbitantes exigencias en hombres y materiales de uno de estos ejércitos (el invasor, que lentamente iba retirándose a través del país, ante el otro, llamado liberador), así como el espíritu patriótico o el compromiso político, llevaron a numerosas personas a buscar refugio durante largos meses o incluso años en lugares agrestes y alejados de las grandes vías, abandonando así sus intereses, sus bienes y sus propias familias.  De este modo, los que tenían posibilidades o se sentían con fuerzas para ello se organizaron para una resistencia armada e incluso para la ofensiva, mientras que otros se resistieron pasivamente al menos a las imposiciones de los invasores y, por último, otros trataron únicamente de alejarse de la lucha".
El protagonista por supuesto pertenece a esa última categoría, los que trataron de alejarse de la lucha.  Lleva vida de bandolero, oculto en los bosques, entre rocas para de nuevo habitar la naturaleza más poblada por arbustos y masas forestales.  Unas veces forma parte de un grupo, otras colabora con un amigo.  Con uno ha quedado entre la arboleda de una zona tranquila, pero el amigo no vuelve, no llega.  Descubre una casa que vigila durante la mañana y parte de la tarde hasta que...
Está claro que no continuo.  No tendría gracia que te desvelara todo lo que es Relato de Otoño, escrita por Tommaso Landolfi en 1947.  La edición española que sacó Siruela está brillantemente traducida por Carlos Alonso Otero.


   




En el catálogo de obras landolfianas aparece Las solteronas de 1945 catalogada como cuento.  Cuento o relato extenso que se editó en España en 1993 en el sello Emecé Editores contó con la traducción de Esther Benítez Eiroa.  Como las obras anteriormente citadas, actualmente se encuentra descatalogada, para desgracia de los lectores hispanos.  Junto con La piedra lunar ha sido uno de los libros que he conseguido adquirir en librerías de segunda mano a través de Internet.  Un amigo me prestó Las solteronas, sin que tuviera noticia de que había visto la luz aquí en nuestra Piel de Toro.  Cuando conocí la historia de esas dos hermanas, de su madre anciana, enferma, dictando órdenes desde su lecho con una autoridad implacable, la vieja criada y el único macho de la casa, un mono castrado y enjaulado llamado Tombo, me quedé, una vez más, enamorado de la literatura de éste autor italiano.  Pero el libro estaba agotado, cómo no, y no pude comprarlo.  Busqué ansioso en las librerías de segunda mano, físicas y a través de la Red.  Conseguí un ejemplar editado en Cuba en 1980 por la editorial Arte y Literatura en su apartado Narrativa - Colección Caracol.  La traducción es de Giannina Bertarelli.




La edición cubana lleva por título Las dos solteronas, una traducción tal vez más cercana al original Le due zittelle.  Después logré, al fin, la que publicó Emecé.





En éste SigloXXI continúan las ediciones de Landolfi.  De nuevo Siruela se encarga de hacer llegar al público español textos del maestro.  Sería en el año 2007 en su colección Libros del Tiempo cuando vio la luz Tres Relatos, con una cuidada traducción de Carlos Manzano.  Tres Relatos, del año 1964, incluye las narraciones La muda, Mano robada y Las miradas.  Tres narraciones con un mismo denominador común: el amor.  Aunque no es la única sustancia que alimenta la redacción de los tres porque, como es habitual en Landolfi, hay más de un componente para formar la sustancia final.  La edición se corresponde con la que inició Idolina Landolfi, la hija del escritor, en 1992, recuperando y ordenando la obra de su padre.  Ésta edición de Siruela finaliza con una nota sobre el texto escrita por ella.





La última obra traducida al castellano (por ahora, que yo sepa) de Tommaso Landolfi es Cancroregina, del año 1950, traducida en el año 2013 por Flavia Costa y Rodrigo Molina-Zavalía y editada por la casa argentina Adriana Hidalgo (AH).
Cancroregina es el nombre de una máquina asombrosa, una especie de nave espacial inventada para viajar a la Luna y descubrir nuevos caminos, tanto espirituales como físicos, para la humanidad.  La obra se convierte en el Diario del astronauta protagonista que naufraga desconectado del mundo, suspendido en una especie de Limbo, dando vueltas y más vueltas por el espacio.


  

Además de las novelas, de los relatos más o menos largos, más o menos cortos, Tommaso Landolfi también escribió Diarios editados en los años 1953, 1963 y 1967; Poesía en 1959, 1971, 1972 y 1977.  Desconozco si alguna Antología de Poesía Italiana editada en castellano incluye algunos de los poemas que dejó.  Sería una gran noticia que un día de estos aparecieran traducidos sus libros poéticos, así como sería extraordinario que la editorial Siruela realizara una re-edición de los libros que sacó en su momento.  De dicha editorial, actualmente, tan sólo se encuentra el volumen Tres Relatos y la edición argentina en Adriana Hidalgo Editorial de Cancroregina.  El resto de su producción traducida hay que buscarla en librerías de segunda mano, en las físicas, las que existen en tu ciudad y si no a través de Internet, donde he tenido que recurrir para adquirir La piedra lunar, 41 años después de haberla leído por primera vez, y Las solteras.  Merece la pena que busques sus libros, probablemente no habrás leído nada parecido en tu vida y no te arrepentirás.

Insisto, desde ésta página virtual te tomo del brazo y repito: Tommaso Landolfi, léase.





























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