viernes, 9 de agosto de 2019

Rafael Barrett



Rafael Barrett
(1876-1910)

Hacía tiempo que no realizaba una entrada de recomendación, de sugerencia de lectura en este blog.  Hoy la propuesta se llama Rafael Barrett.
Rafael Barrett, cuyo nombre completo era Rafael Ángel Jorge Julián Barrett y Álvarez de Toledo, fue un escritor que trabajó tanto la narrativa como el ensayo, ejerciendo también la labor de periodista.  Nació en España, en Cantabria, en la ciudad de Torrelavega en 1876, en el seno de una familia hispano-inglesa: su padre era originario de la localidad británica de Coventry y su madre de Villafranca del Bierzo, provincia de León.
En 1896, con 20 años de edad, se traslada desde Torrelavega a Madrid, para estudiar Ingeniería.  Traba amistad con algunas figuras importantes del mundo literario: Valle-Inclán, Ramiro de Maeztu y otros escritores relacionados con la Generación del 98.
Rafael Barrett tenía, al parecer, un carácter particularmente irascible que se manifestaba en arrebatos de cólera poco controlada.  Se movía en un ambiente nocturno pendenciero, propenso a las broncas y las peleas donde los retos a duelo eran una constante habitual.  Se vio envuelto en un par de situaciones comprometidas con miembros de la alta nobleza y, para poder zafarse de un Destino con resultados siniestros, Barrett con 27 años, abandona España en dirección al cono sur de América.
Corría el año 1903 y Barrett recala en Argentina donde comienza a trabajar como periodista en diferentes periódicos.  Un año más tarde, en 1904, ejerciendo como corresponsal del diario argentino El Tiempo, se traslada a Paraguay para informar sobre la revolución liberal que se estaba desarrollando.  Con su capacidad para imantar situaciones comprometedoras, contacta con los intelectuales que se habían sumado a la revolución y él carga su pluma con la tinta más vibrante a favor de la anarquía.  Fue aquí, en Paraguay, donde su vocación de escritor se galvaniza y comienza a producir.  En Paraguay se asienta, contrae matrimonio, tiene descendencia, y la sombra poco afortunada de su suerte se extiende: tiene que exiliarse, sus ideas revolucionarias y anarquistas no son bien recibidas por ciertas esferas de la sociedad.  Sufre la cárcel y posteriormente el destierro en Brasil.   Se marcha con la familia al Mato Grosso brasileño y después pasaría a Montevideo, Uruguay, donde contacta con los movimientos más vanguardistas en la cultura del país.  Barrett fue admirado en el país donde, por desgracia, se le manifestó la enfermedad que terminaría con su vida: la tuberculosis.  En 1910 embarca con destino a Europa, París en concreto, donde busca un tratamiento para su enfermedad, pero no es posible.  Fallece al poco tiempo de llegar, con tan sólo 34 años, lejos de su familia, de su amado país, Paraguay, y sin haber recibido el reconocimiento de su país de origen, España.
La obra literaria de Rafael Barrett, incluídos sus artículos periodísticos, ha estado enclavada durante mucho tiempo en la producción de autores sudamericanos, identificándolo como autor argentino o paraguayo.  El gran Jorge Luis Borges en una carta fechada en 1917 y dirigida a su amigo Roberto Godel decía:
Ya que tratamos temas literarios te pregunto si no conoces  a un gran escritor argentino, Rafael Barrett, espíritu libre y audaz. Con lágrimas en los ojos y de rodillas te ruego que cuando tengas un nacional o dos que gastar, vayas derecho a lo de Mendesky -o cualquier biblioteca- y le pidas al dependiente que te muestre un ejemplar de "Mirando la vida" de este autor.  Creo que la obra ha sido publicada en Montevideo. Es un libro genial cuya lectura me ha consolado...
En España su obra completa en dos volúmenes vio la luz en el año 2010 a través de la editorial cántabra Tantin, en una magnífica edición dirigida por Francisco Corral, autor especializado en la obra de Barrett como se puede apreciar por los siguientes títulos firmados con su nombre y apellido:

-El pensamiento cautivo de Rafael Barrett. Crisis de fin de siglo, juventud del 98 y anarquismo. 
Editorial Siglo XXI.  Madrid 1994.


-Vida y pensamiento de Rafael Barrett. 
Universidad Complutense. Madrid 2002.

-Prólogo al libro "Hacia el porvenir", de Rafael Barrett
Editorial Periférica.  Cáceres 2008

-Edición de las "Obras Completas de Rafael Barrett". 
Editorial Tantín. Santander 2010

-Prólogo al libro "Y el muerto nadó tres días. Selección de cuentos" de Rafael Barrett. 
Ediciones Libros de Itaca. Madrid 2014

La obra de Barrett está transida de existencialismo, de filosofía anarquista.  Fue precisamente su concepción de la anarquía lo que influyó poderosamente para que se apartaran de él hasta los intelectuales más vanguardistas.  Comenzó desarrollando un pensamiento individualista proyectado hacia la vida en común, la vida en sociedad, que se fue transformando hacia un anarquismo solidario profundamente asumido.  En su panfleto Mi anarquismo, firmado un par de años antes de morir, afirmaba
Me basta el sentido etimológico "ausencia de gobierno".  Hay que destruir el espíritu de autoridad y el prestigio de las leyes.  Eso es todo.  Será la obra del libre examen.  Los ignorantes se figuran que anarquía es desorden y que sin gobierno la sociedad se convierte siempre en el caos.  No conciben otro orden que el orden exteriormente impuesto por el terror de las armas.  El anarquismo, tal como lo entiendo, se reduce al libre examen político.  ¿Qué hacer? Educarnos y educar.  Todo se resume en el libre examen. ¡Que nuestros niños examinen la ley y la desprecien!
En su narrativa se encuentran textos de contenido de denuncia social, un existencialismo beligerante hacia la figura de Dios y esa extraordinaria capacidad de dotar de una brillantez deslumbrante los temas más diversos.  En La Razón, en Montevideo el 15 de febrero del año 1910, el mismo año de su fallecimiento, Barrett publicaba ésta narración titulada Noticias de Leopoldo.  La transcribo para que te hagas una idea de cómo escribía y cómo contaba las cosas éste cántabro ilustre.
-¡Me ahogo, doctor, me ahogo -dijo el rey de los belgas al doctor Thiriart.  El doctor Thiriat le puso unas inyecciones.  Mientras tanto el rey falleció.Desde ese momento no se ha tenido más noticias de él.  Sin embargo, cuando morimos de repente es probable que al ser despedidos de este mundo conservemos cierta velocidad adquirida y describamos un resto de trayectoria.  Así le ha sucedido a Leopoldo.  Quiero contaros su viaje póstumo, en el que ha invertido un mes y medio.Al volver del sofocón, se encontró tendido en su lecho de muerte.  Le velaban miembros de su familia y demás dignatarios.  Personas, muebles y muros parecían fluídos.  Leopoldo se sentó en la cama.  Nadie dio señales de extrañeza.  Se levantó, marchó a través de sus hijos y de sus consejeros, masas vaporosas que no le opusieron resistencia alguna, y salió a la calle.  Puesto que todo está muerto alrededor de mí, pensó juiciosamente, es que el muerto soy yo.  Le satisfacía, en medio de tantos seres etéreos, sentir su carne palpable, consistente, dura.  Notó que le habían vestido de general, con grandes charreteras, y todas sus cruces.  Luego calculó: -Estoy muerto y vivo a un tiempo.  ¡Dios existe!Empujado por un instinto misterioso y certero, se dirigió a la frontera de Francia.-Sin duda voy a comparecer ante Dios...Confiaba en que su hermosa barba blanca y su uniforme de general impresionarían favorablemente.  Además, había recibido los santos sacramentos y el Papa era su amigo.  Y caminaba: cruzó campos de un verde traslúcido, surcado por vagas siluetas laboriosas, arroyos en cuya linfa de ensueño se desleía el alma de los sauces, aldeas de silencio, ciudades cuajadas en el vacío de lo imposible, y alcanzó París a medianoche, su París, familiar y fantástico, construido de estelas de gas fosforescente, horno glacial en que se movían innumerables comparsas mudos, con un lamentable gesto de salamandras felices.  Leopoldo comprendió que Dios no estaba en París, y siguió caminando hacia el Sur.Empezó a fatigarse.  Empezó a sufrir.  La tierra se le hacía acaso menos irreal.  Y caminaba...  Tuvo que atravesar landas inmensas, en que los espectros de los pinos se retorcían bajo pesadillas de huracanes.  Tuvo que buscar desfiladeros entre la nieve de las cordilleras.  Descendió a llanuras, donde ondulaban los penachos rubios del maíz.  El sol frío brilló después sobre los trigos y los olivares.  Y el muerto caminaba hasta que lo detuvo el fantasma del mar, o tal vez el mar mismo.  A la orilla, un grupo de pescadores sórdidos sacaba una larga red, en cuyo vientre oscuro hervían escamas de plata.  Era evidente que Dios no estaba en Europa.Leopoldo, suspirando, se quitó su traje de general y nadó sin tregua, siempre hacia el Sur.  Sus carnes se ablandaban, se hacían transparentes.  En la noche, hilacha de tinieblas flotando en las tinieblas, perdía la fe.  "¿Por qué se me retiene sobre el planeta?  ¿Dónde estará Dios?"  A veces, un buque de alto bordo, coronado de luces, hendía el abismo, con un grito monstruoso.  Y el muerto nadó tres días.Desnudo, rendido, angustiado, se internó en el África.  Las cosas materiales iban recobrando su aspecto normal, a medida que él se aniquilaba.  Vio extrañas plantaciones, casas de soledad, tapiadas y blanquísimas, terrazas y alminares donde los muezines se delineaban en el fuego del crepúsculo, chozas techadas de follajes exóticos, pozos entre palmeras; conoció a los árabes y los beduinos, las lentas caravanas; oyó el aullido de los chacales y la voz del león, y todo aquello vivía, y él se moría definitivamente.  "Quizá no hay Dios...quizás estaré juzgado sin saberlo".  Y se arrastraba en su rumbo fatal hacia el interior del país.  Y seguía arrastrándose, jirón de bruma dolorida, entre los matorrales, sobre las arenas abrasadoras, herido del sol despiadado.  Y pasaron los días y las noches y al fin llegó.Leopoldo, que no era ya sino el recuerdo de un suspiro humano, el eco de un hueco donde hubo una sombra, contuvo el átomo de vida que aún le restaba, y miró -mirada postrera- en torno.  El paisaje trajo a su memoria una de las fotografías tomadas en el Congo.  Al pie de un árbol, un negrito recién nacido dormía profundamente.  No había más Dios por allí.  Leopoldo entonces se disolvió en la brisa y el niño, al respirar, se sorbió al rey...Ahora el espíritu de Leopoldo, tan curiosamente reencarnado, tendrá ocasión de ampliar su experiencia, recorriendo otra de las infinitas aristas del poliedro universal.

           








Volumen 1 de la Obra Completa         


 
 
 
 
 Volumen 2 de la Obra Completa de Rafael Barrett













Durante su vida sólo vio publicada una obra suya, Moralidades Actuales, que cosechó buenos resultados de crítica y seguidores en Uruguay.  En España, tras su fallecimiento, su obra tuvo un relativo reconocimiento allá por 1919 en Madrid.  Habría que esperar hasta el siglo XXI para que todos sus escritos vieran la luz reunidos en estos dos volúmenes.  Supe de la existencia de este autor precisamente en su tierra natal, Torrelavega, en Cantabria.  Si visitas Cantabria, en Torrelavega hay una librería, DLIBROS, donde entras buscando dos o tres títulos y, entre sugerencias y descubrimientos, terminas saliendo con un par de bolsas con 15 ó 20 libros, y no exagero.  Se acababa de publicar el primer volumen de la Obra Completa barrettiana y  fue el librero Adolfo Luis Cayón Gómez el que me dijo: ¿Conoces a Rafael Barrett?  ¿No?  Léelo, ya verás.  Siempre le agradeceré que me hiciera una recomendación tan explícita porque es un autor que merece la pena y con creces.  Si puedes, no te lo pierdas, no te arrepentirás.





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